Su historia. La cruz era, en el tiempo de Jesucristo, el suplicio de los esclavos, y para los judíos era maldito el que moría en una cruz. Por eso ese fatídico suplicio era enterrado cerca del ajusticiado. Así fue sepultada la cruz del Redentor y así se explica el silencio de los primero siglos de la Veracruz. Sobre aquel lugar además el emperador Adriano levantó un templo pagano a Venus. Fue apenas en el siglo cuarto cuando el Emperador Constantino y el Grande, que garantizó la libertad del cristianismo, auspició obras de gran importancia para nuestra religión, entre ellas la grandes excavaciones y construcciones cristianas en Palestina. Fue un decreto de este mismo Emperador el que prohibió seguir usando la cruz como suplicio. Y los cristianos aprendieron a ver una insignia de honor.
La misma emperatriz Santa Elena, siguiendo la inspiración de un sueño, fue, ya octogenaria, a Jerusalén a ayudar al Obispo Macario a buscar la Cruz de Jesucristo que encontraron después de demoler el templo pagano de Venus, confundida con las otras cruces. La tradición cuenta que para reconocer la de Jesús, las aplicaron a una enferma que curó milagrosamente al contacto de la tercera cruz.
La insigne reliquia fue repartida por Santa Elena en tres partes: una colocada en vistoso relicario se destinó a Constantinopla, la gran urbe que se construía entonces para llevar el nombre de ConstantiNo. Otra la destinó a la Iglesia de Santa Cruz que ella misma levantó en Roma. Y la porción más grande quedó en Jerusalén en la nueva Iglesia del Santo Sepulcro, donde es adorada el viernes santo.
Su teología. El culto que los cristianos rendimos a la cruz es culto «relativo», no absoluto, o sea, la veneramos no por su propia excelencia, sino por su relación con Jesucristo que en ella murió. Nuestra adoración no termina en el madero, sino en la persona del Divino Redentor.
Por eso, según Santo Tomás, a la cruz se debe «culto relativo de latría». O sea el culto que debe a Dios, pues representa a una persona divina.
Su culto. En la Iglesia el culto de la cruz reviste tres aspectos: a) cuando se venera la «vera – cruz». Para el cristiano ese madero constituye la más importante reliquia de nuestra fe. En honor de la vera cruz, la Iglesia celebra dos fiestas: una el 3 de mayo que fue el día en que Santa Elena la encontró el año 325; otra el 14 de septiembre fecha en que, años más tarde, el emperador Heraclio rescató de los Persas la reliquia de la Veracruz de Jerusalén. A esta primera forma de culto pertenece el gran recibimiento que San Miguel hará a las astillas de la Veracruz el 26 del corriente.
b) Otra forma de culto a la cruz es la veneración de sus imágenes. Sin duda es la imagen más difundida: en tiempos de persecución disimuladamente la veneraban bajo el símbolo del ancla o de la T. En tiempos de libertad la Iglesia la coloca en sus altas torres, en sus altares, en las tumbas, en las coronas de sus reyes, en el pecho de sus obispos, etc.
c) Finalmente otra forma de culto a la cruz es la señal de la cruz hecha con la mano y significa profesión de cristiaNo. En los primeros años se usaba haciendo una cruz en la frente. En el siglo VIII ya se «santiguaban», haciendo una cruz grande de la frente al pecho y del hombro izquierdo al derecho. En el siglo XVI se generalizó la costumbre de «signarse» hacer tres cruces (en la frente, la boca y el pecho). Por último se unieron esas dos formas y se llama «persignarse», porque la palabra latina comienza «per signum…», «por la señal».
A esta forma pertenecen las muchas cruces que la liturgia usa en las ceremonias: solo en la misa se traza 50 veces la cruz: en el bautismo 14, en la extremaunción 17.
O.A.R.