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No.1946 Pág. 1 – LA IGLESIA VA AL CAMPESINO

En Manizales (Colombia) se reunirá en enero próximo un Congreso católico latinoamericano para estudiar los problemas del campesinado.
El temerario del Congreso enfoca los múltiples aspectos de la vida rural que es la vida de la inmensa mayoría de nuestra población latinoamericana.
La elite del pensamiento católico latinoamericano ha sido convocada en Manizales bajo la maternal dirección de la Jerarquía de la Iglesia para estudiar los complicados problemas rurales con el sincero y desinteresado deseo de elevar en las masas campesinas el nivel religioso, moral, cultural, técnico, industrial, económico, etc.
Esta Diócesis de San Miguel ha nombrado ya su representante en dicho congreso, y por medio de él se ha adherido a sus generosos ideales.
De nuevo la Iglesia al campesino…Siempre ha ido con gusto porque la vida de campo, abierta al sol y al viento, no se incuban la hipocresía ni el egoísmo; y la fecundidad del campo, siempre dispuesto a la siembre y a la cosecha, parece el hermoso símbolo del alma campesina, siempre sedienta del mensaje divino que alienta sinceramente la vida de los hombres del campo.
La iglesia va al campesino, generosamente para amarlo, para elevarlo y hacerlos sentir su grandeza de hijo de Dios y rey de la creación.
Otros también van al campesiNo. Pero qué distinto afán del que lleva a la iglesia.
Un ejemplo de actualidad. La temporada de café es el éxodo de la ciudad hacia el campo. Pero por desgracia en muchos casos la «gente de ciudad» lleva al campo un sentido de superioridad tan marcado que casi se diría que vivimos de nuevo la era del os amos y los esclavos. Cierta «gente de ciudad» tiene frases tan respectivas cuando califica a nuestros humildes campesino, que uno duda si en tales corazones – a veces más vulgares que el más vulgar de los campesinos-, queda todavía un resto de aquel sentido de igualdad y fraternidad cristiana: todos somos hermanos, todos ricos y pobres, los de la ciudad y los del campo.
De esa desestima proceden las inicuas explotaciones y escándalos. La cosecha abundante y las altas cotizaciones sonríen como una esperanza para las arcas acaudaladas que darán pábulo a todos los lujos y caprichos, mientras el pobre cortador, mal pagado, duerme sin ilusiones, bajo el ajeno cafetal para digerir la grosera tortilla con frijoles- único sustento que para él tiene el patrón en toda la temporada. De los mismos labios de un finque oímos la sincera confesión que se ahogó en un frío encoger de hombros: «esto no es justo…»
Ni los altos impuestos del gobierno sobre estos campos productivos de la riqueza nacional, llevarán un ápice de bonanza para el abnegado campesino, que seguirá considerándose pobre y extraño en su propio suelo junto al campo cargado de cosecha…»
Cuanta «gente de ciudad» deja en su paso por el campesino el escándalo, el mal ejemplo. Qué otra cosa son los opulentos convite, la vida frívola y hasta relajada que se regalan en ciertas fincas y haciendas? Qué otra cosa es la ruina de la inocencia de la desgracia campesina incauta?

La Iglesia va al campesiNo. Ojalá que también los ricos, dueños de las fincas, haciendas, concientes de su alta responsabilidad social y del momento histórico tan cargado de tempestad, fueran también al campesino, no con el mezquino y egoísta afán de explotar y escandalizar, sino con el noble ideal de quien, como la Iglesia, va a cumplir una misión: la apremiante misión que la Iglesia Latinoamericana estudiará detenidamente en Manizales: ir al campesino para elevarlo.
O.A.R.

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