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No.2009 Pág. 1 – Moral Laica y Moral Católica

EL PECADO
Los que creemos en la moral católica y los que profesan la moral laica, todos estamos de acuerdo en una cosa: una ola de inmoralidad lo invade todo; esta pobre humanidad no es feliz, se pierde la confianza mutua, ya no hay concepto ni respeto del honor; la sociedad baja al nivel de un ambiente cada día más corrompido.
Es tan evidente todo esto que no se necesita ser un ferviente católico para constatarlo. Pero donde ya no estamos de acuerdo los creyentes de la moral católica y de los defensores de la moral laica, es en señalar el verdadero origen de este mal y la medicina que podría curarlo.
Aquí podríamos citar el pensamiento de aquel comunista que dijo a un católico: la gran diferencia entre ustedes y nosotros creen en el pecado y nosotros no creemos en eso.
Esa es la barrera que no separa: esa creencia en el pecado. Para la moral laica ese concepto de pecado es una cosa anticuada que ya lo superó la ciencia y la técnica; para la moral laica no hay pecado. Las faltas de los hombres son vistas con demasiada benignidad; la moral laica las llama equivocaciones, deslices, errores, defectos hereditarios, debilidades humanas, efectos del ambiente. El pintor una su pincel para describir en formas seductoras el pecado, la moral laica las llama arte moderno…El escultor comunica formas lujuriosas a la piedra, a la materia para seducir al hombre al pecado, la moral laica lo llamará también arte moderno como también llamara arte moderno a la literatura moderna, al escritor obsceno que mata la inocencia del alma con sus páginas venenosas.
La inmoralidad está arrastrando al mundo hacia el abismo del mal y la moral laica sonríe ante la catástrofe con su fría incredulidad: el pecado no existe.
Y si el pecado no existe, cual será el remedio del horrendo mal moral que nos aqueja?…Es aquí donde una mente serena ve ala pobre moral laica luchando como los constructores de la torre de Babel. Mas leyes…mas policías…mas cárceles…más higiene…más organizaciones…pero a pesar de todo el mal avanza.

Frente a este concepto sin Dios, la moral católica sin tener miedo a la técnica moderna y apoyando en cuanto es legítimo el progreso de los siglos, no cambia su maciza trayectoria del Sinaí: cree que el mal moderno tiene sus raíces en el pecado de los hombres, su apostasía de Dios, alejamiento del decálogo. Y propone único remedio: el retorno a la ley de Dios.
Vale la pena analizar el concepto de pecado para ver si es una idea ya superada o sigue siendo una realidad temible.
Analicémosla en su propio origen. Allá donde la Biblia describe el primer pecado. Y aun en el supuesto de que aquella descripción del paraíso fuera una mera alegoría, advertiremos la profunda sabiduría y el profundo sentido psicológico de aquel autor que desde tiempos primitivos supo describir un estado de la conciencia humana que todavía sigue sintiendo todo hombre que comete una falta.
Se acerca el tentador a la primera mujer: «porqué os ha mandado Dios que no comieseis de todo los árboles del paraíso?». Estamos analizando la psicología del pecado; y en esta pregunta de la primera tentación de la humanidad está verdaderamente encerrada toda psicología de todas las tentaciones: ¿no es verdad que así comienza toda seducción? ¿Porqué habrá prohibido Dios esto?.
Si este placer da tanto gozo a mi cuerpo, a mis sentidos, a mi honor, a mi codicia… ¿puede Dios ser enemigo de que yo goce este placer? Y seamos sinceros: muchos habrán creído que Dios es cruel porque prohíbe ciertas cosas que nos gustaría hacer. Es la tentación primera que se repite: ¿Porqué os ha mandado Dios que no comieseis de todos los árboles del paraíso?.
Continuemos este interesante proceso: La mujer contesta: Del fruto de aquel árbol que esta en medio del paraíso, mándonos Dios que no comiésemos ni la tocásemos para que no muramos. La respuesta a la tentación ya no es tan firme…la voluntad comienza a ceder hacia el mal que seduce.
Aquella primera duda, abre paso a la incredulidad. Porque entonces al tentador contesta: «Oh, no…no moriréis ciertamente; sino que se abrirán vuestros ojos y seréis dioses…» Que bien descrito el proceso de todo pecado: y también del pecado moderno aunque no se le quiera llamar pecado. Les parece a los incrédulos de hoy que han superado la conciencia del pecado y se glorían de profesar la incredulidad, la moral sin Dios…si supieran que su actitud es tan vieja como la primera tentación.
Hijos de Satanás su grito no ha cambiado de aquel paraíso: no moriréis. Es mentira la desobediencia a Dios, ya es cosa moderna no creer en Dios. Es mentira la desobediencia a Dios, ya es cosa moderna no creer en Dios. Y al grito de incredulidad sigue el grito de rebeldía: vosotros seréis como dioses.
Querer ser como Dios ha sido el anhelo de todo pecado. Como los antiguos emperadores romanos exigían actos de culto como si fueran dioses, así el hombre moderno exige que se rinda culto de dioses a su razón, a su técnica, a su dinero…
Sigue el precioso proceso psicológico del primer pecado: «Entonces, dice el génesis, vio la mujer que el fruto de aquel árbol era bueno para comer y bello a los ojos y de aspecto deleitable y tomó el fruto y comiolo…»
No os parece que aquí se describen todas nuestras seducciones? Que atrayente aparece el mal en el momento de la seducción! Y no es acaso por los ojos, ventanas del alma, por donde entra el pecado en el alma? Eres orgulloso porque has visto la grandeza humana…eres avaro porque has visto brillar el oro…eres impuro porque te fascinaron las bellezas de la carne…
¿Y cuales son las conciencias? Es inefable el Génesis al describirnos esto, en el cap.3 vers.7 y ss. Tres efectos del pecado, que son precisamente las tres raíces de la desventura de los hombres modernos: vergüenza…temor…remordimiento.
El tentador les había dicho que se abrirían sus ojos…y en efecto se abrieron pero para ser felices sino para ver su propia vergüenza…el abismo de iniquidades en que habían caído.
«He oído tu voz en el paraíso y tuve miedo…» dice Adán…

Y que remordimiento a la pregunta de Dios: ¿»Dónde estás? «y a su terrible sentencia de destierro del paraíso y de muerte y de dolor.
Vergüenza…temor…remordimiento. ¿No es esa la voz de la conciencia que solo ella bastaría a la moral católica para creer en Dios? Vergüenza…temor…remordimiento. ¿No es ese el fondo de infelicidad que agobia a los hombres por haberse apartado del decálogo?

Mientras la moral laica se afana en construir sin Dios su deleznable torre de Babel…la moral católica señala el verdadero mal del os hombres modernos: el pecado, la desobediencia a Dios. Y con su dedo clínico de cuya eficacia hablan los siglos y las conciencias de todos, señala como único remedio eficaz a los males de hoy: huir del pecado y retornar al decálogo.
O.A.R.

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