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No.2126 Pág. 1 – En la Tierra Prometida

NAZARETH
«Flor de Galilea» interpretó San Jerónimo el nombre de Nazareth. Aunque se discuta esa etimología, lo cierto es que estuvo muy acertado quien así llamo a este risueño rinconcito de la Galilea que enamoró al mismo corazón de Dios.
En efecto, después que la carretera halaba el profundo valle para encontrarse con la calle que viene de la llamada Esdrelón, un brusco cambio de paisajes conmueve la fe del peregrino: allá está la Nazareth, recinada en aquel anfiteatro de colinas. Parece de verdad una flor brotada entre aquellos altos peñascos.
Sus casitas blancas en la pintoresca colina parecen que se sobreponen, juguetonas entre olivos, higueras y naranjales, mientras la primavera le ofrece el lujo de un suelo florecido de infinitas anémonas, tulipanes y amapolas.
Desde una colina opuesta, donde nos dieron cordial hospedaje los hermanos de San Juan de Dios, la vista podía extasiarse en la contemplación panorámica de Nazareth donde hoy viven 22,100 habitantes (6,700 católicos, 7,000 ortodoxos, 400 protestantes y 8,000 musulmanes). Floreciente está allí la vida religiosa representada por los Franciscanos, los Salesianos, los Padres del Santísimo Corazón, los Hermanos de San Juan de Dios y de las escuelas cristianas, las Damas de Nazareth, las Hermanas de la Caridad, las Josefinas, las Franciscanas, las Clarisas, Las Carmelitas, las Pequeñas Hermanas de Foucauld, etc. Pero tras estos dichosos moradores de la «Ciudad nutriz del Señor», se diría que todo hombre que reflexiona en el Evangelio y agradece la Redención, es un habitante espiritual de este suelo divino que Dios besó con misericordia para salvador a la humanidad.
Porque fue aquí en Nazareth donde los eternos designios de Dios se encontraron con la santidad de María «Termine fisso de eterno consigilo», como escribió Dante, para realizar la elevación del hombre caído. Bajo el altar de la santa gruta está representado en mármol aquel emocionante encuentro del Arcángel y la Virgen y el espíritu se estremece hasta las lágrimas al leer estas cinco palabras que son la síntesis de un amor infinito y eterno: » VERBUM CARO HIC FACTUM EST» (El verbo aquí se hizo carne).
No es extraño que esto sucediera en aquella gruta. Pues en Nazareth, como en otras poblaciones de Palestina, se aprovecha el declive del terreno para cavar una gruta que sirve de vivienda a la que se añade adelante otra pequeña construcción. Una pintoresca tradición asegura que fue esta pequeña construcción delantera la que se llevaron los ángeles a Loreto donde se venera con el nombre de la «Santa Casa». Lo cierto es que la gruta cavada en la colina de Nazareth es la mejor reliquia de aquella celestial aldea; y por eso un ilustre hebreo de Tiberiades, convertido al Cristianismo y muy favorecido del emperador Constantino, entre otros recuerdos dejados en Galilea como testimonio de su fe generosa, construyó sobre esta gruta la primera basílica en el siglo IV. Reconstruida por Tancredo en la edad media, fue demolida en 1263 por el sultán Bibar (fue a raíz de este demolición que nació la tradición del milagroso traslado de la «santa casa» a Dalmacia y a Loreto).
Pero la furia del sultán no detuvo a las generaciones cristianas que entre las ruinas siguieron llegando a adorar el misterio de la Encarnación. En 1730 los franciscanos construyeron otra basílica más modesta que nuevamente ha sido demolida para dar lugar a la próxima construcción de una gran iglesia. Conocí el inspirado proyecto de Barluzzi que quiere hacer un milagro de arquitectura que represente un majestuoso Ofertorio: la Virgen que en nombre de la humanidad ofrece a Dios lo mejor a cambio del Verbo que bajó del cielo a aquel lugar. Bajo aquella gruta, actualmente entre ruinas, tuve la dicha de celebrar la santa misa, queriendo recoger en mi pobre espíritu algo de aquel sublime éxtasis de María que en aquella misma gruta adoró la dignación de Dios que «de tal manera amó al mundo que le dio a su Hijo unigénito» «que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió de los cielos y se hizo hombre…» Para colmo de mi dicha, era 21 de marzo y el recuerdo de la Virgen de la Paz enternecía más aquel Evangelio de la anunciación leído en el mismo escenario en que por primera vez se dijo a la Virgen. Dios te salve María, llena eres de gracia!
Unos 200 metros al norte de esta santa gruta se levanta una moderna iglesia en honor de San José en cuyos subterráneos se conservan que se creen la casa del santo carpintero. Magníficas pinturas evocan en los ábsides la paz sencilla de la Sagrada Familia y la aplicable muerte del santo Patriarca.
Al occidente del santuario de San José donde hoy está la capilla de los griegos católicos, estaba la famosa sinagoga de Nazareth que frecuentó Jesús como buen israelita. Fue allí donde un día, invitado por sus paisanos, leyó la admirable profecía de Isaías: «El Espíritu del Señor sobre mí, por cuanto me ungió, para evangelizar a los pobres me ha enviado, para pregonar a los cautivos remisión y a los ciegos vista, para enviar con libertas a los oprimidos….Y comenzó a decirles: hoy se ha de cumplir esta escritura que acabáis de oír…» (Lucas 4,18 ss), las aclaraciones que entonces hizo el joven nazareno contra las pretenciones políticas de Israel, provocaron la ira, y llevándolo fuera de la ciudad querían desempeñarlo desde un alto monte.
Alsur de Nazareth, como a 2 kilómetros está Gebel, peligroso monte que cae a pico sobre la llanura de Esdrelón, la tradición lo llama «el monte del precipicio», porque dicen que fue allí el sacrilegio atentado, aunque parece mas conforme con los datos de San Lucas el gran peñasco que está junto a la iglesia de los maronitas y forma parte del monte en que se asienta Nazareth.
Por otro lado, junto a la calle de Jalfa, en un pintoresco monte, se levanta el santuario de «Santa María de la Angustia», la tradición señala allí el lugar desde donde la Virgen llena de angustia veía aquella primera persecución sobre su Hijo que anunciaba ya sus terribles angustias del calvario.
Visitemos por último otro recuerdo conmovedor. La «Fuente de la Virgen» e súnica fuente de Nazareth y por eso se puede asegurar que a esta fuente venían por agua la Virgen y le niño Jesús, acaso como aquellas mujeres nazaretanas que todo el día están llegando a la dichosa fuente. La cristalina voz de aquellos chorros parecen recordarla con cariño a todo el que se acerca…y hasta los árabes le han dado ese nombre evocador. «Ain Sitti Mariam».
En una palabra, todo Nazareth es un relicario. Cuando la luna serena alumbraba aquella noche pasada en Nazareth…cuando alboroteaba aquel 21 de marzo entre cantos de pájaros y perfumes de azahares…mi pensamiento volaba veinte siglos atrás: fue este el ambiente que vivió el Hijo de Dios, qué platicaría con la Virgen y San José en noches serenas como éstas…? Cómo hablaría al padre en su oración en mañanas primorosas como éstas? Qué preocupaciones llevaría en su corazón de Dios, cuando dejando un beso en la frente de la Virgen, se aleja de Nazareth para dedicarse a la vida pública…?
Y vienen deseos de besar mil veces porque por estas calles que conservan su sabor primitivo pasaron tantas veces el Hijo de Dios, y la Bendita entre las mujeres, y San José para dejar al mundo la divina enseñanza del Evangelio: es necesario hacerse pequeño en el mundo para ser grandes en el Reino de los Cielos.

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