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No.2156 Pág. 1 – En la Tierra Prometida

EN LA JERUSALEN HEBREA
O.A.R.

«Ya se posan, Jerusalén, nuestros pies en tus puertas….(Salmo 121)
Yo pienso que los antiguos peregrinos que entraban cantando ese salmo a la ciudad santa, sintieron mejor que los peregrinos de hoy la emoción de sus encuentros en Jerusalén. Cuenta, por ejemplo, un testigo ocular de la llegada de los cruzados a Jerusalén «oh Buen Jesús», así que los cristianos vieron tu santa ciudad, cuántas lágrimas derramaron…los unos se apean de sus caballos y se arrodillas, los otros besan la tierra por donde pasó el Salvador, y suspirando profundamente muchos dejan las armas en el suelo y entendiendo el brazo hacia la ciudad de Jesucristo, repiten juntos: Dios lo quiere, Dios lo quiere! Renovando el juramento tantas veces hecho de libertad a Jerusalén».
El peregrino de hoy se encuentra en circunstancias penosas que quitan un poco la emoción de este encuentro con la ciudad que Dios eligió para hacerla imagen del cielo. Pues precisamente aquí la línea del armístico que separa los estados de Israel y de Jordania y precisamente aquí «en los atrios de Jerusalén», el peregrino tiene que esperar impaciente el frío papeleo de una frontera que separa dos pueblos en guerra. Sin embargo el espíritu no tiene fronteras, y mientras espera que pase este estorbo de los hombres, está de rodilla ante el Dios bondadoso que escogió este rincón del mundo para manifestar aquí de manera especial su presencia y su amor.
Dejamos Ain Karim, la patria del Bautista, y volvimos a tomar la carretera Tel Aviv- Jerusalén. A pocos minutos corríamos ya sobre la calle de Jaffa, arteria central de la Jerusalén judía. El paso de la línea del armisticio será por la tarde. Nos quedamos a almorzar en el «Hotel del Rey David», cerca del Instituto Bíblico. Y como al pasar a la Jerusalén de Jordania, no podremos regresar a conocer esta suntuosa capital del estado de Israel, aprovechamos los minutos para pasear por esta ciudad de estilo europeo.
Jerusalén no cabía ya en sus viejas murallas y comenzó a extenderse hacia el noroeste y el suroeste. En este sentido fueron poblando con abundantes colonias los inmigrantes hebreos en la segunda mitad de siglo pasado. «Hoy que está Jerusalén extra muros ya es capital de un estado, luce suntuosos edificio para bancos, escuelas, hoteles, oficinas de gobierno, etc. Su población es hoy de 125,000 habitantes con una minoría árabe, entre los cuales 300 católicos.
Frente a nuestro hotel está un magnífico instituto protestante (la YMCA). Calle de por medio tenemos el Instituto Bíblico católico, actualmente sin alumnos por la situación política. Solo una reducida comunidad de Padres Jesuitas custodia los derechos del Instituto a donde van a especializarse los estudiosos de la Biblia en las ciencias arqueológicas y geográficas. Siguiendo hacia el norte nuestra calle «del Rey David» se llega al famoso cementerio «Desech Manilla» donde la tradición dice que fueron sepultados numerosos mártires del cristianismo. Cerca está el imponente colegio en Tierra Santa coronado por una estatua de la Santísima Virgen hasta 1948 los franciscanos tuvieron en él uno de los mejores colegios de Jerusalén, pero después de la guerra los judíos trasladaron allí la universidad hebrea que estaba tras la línea del armístico, pero la capilla sigue sirviendo de parroquia para los católicos de la ciudad. Hacia el poniente de la ciudad está un antiguo monasterio de la Santa Cruz, llamado así porque una bonita leyenda dice que en ese sitio, precisamente detrás del altar de su iglesia, estaba el árbol que sirvió para hacer la cruz; fue un árbol, dice la leyenda, sombrado por Adán, cultivado por el patriarca Abraham…Salomón se sirvió de sus maderas para la construcción del templo…y por último aquellas viejas maderas par ala construcción del templo…y por último aquellas viejas maderas sirvieron para el sagrado patíbulo de Redentor.
Al sur, poco después de pasar la colonia Katamon, hay otro simpático recuerdo bíblico. El monasterio de San Simeón, actual quinta de verano del Patriarca griego. Su nombre tiene origen en la tradición que señala aquel sitio como la residencia del dichoso anciano que tuvo la dicha de tener en sus brazos al niño Jesús cuando la Virgen los presentaba al templo y que cantó aquel inspirado himnos «nune dimitis..» ya puedes enviar en paz a tu siervo porque mis ojos vieron la salud de Israel…» La nave derecha del templo guarda, dicen, la tumba del santo Simeón.
Pero en esta visita de Jerusalén, hebrea extramuros, el punto principal de un peregrino católico, es aquel ángulo sagrado del Monte Sión…Aquí ya se tocan las murallas de la vieja Jerusalén…Aquí viven divinos recuerdos del Hijo de Dios, porque aquí está el cenáculo donde Jesús instituyó la eucaristía, el sacerdocio y la confesión…es un monte también mariano, porque aquí fue donde la Virgen murió…pero de este divino rincón de Jerusalén hablaremos en el próximo artículo.
O.A.R.

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