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No.2921 Pág. 1 – EDITORIAL – LA HORA DEL BALANCE CULTURAL

Colegios y escuelas preparan con la alegría propia de la juventud y la niñez sus clausuras escolares. Un año más en que la patria ha gastado millones para culturizar al pueblo. Se impone un serio examen de conciencia a la cultura de la Patria y decir con sinceridad si entre nosotros es un éxito o un fracaso; y tomar a tiempo las correcciones y medidas que mejoran nuestro sistema educacional.
Parece que hay un afán de importar cultura y eso nos despersonifica; por su misma etimología la educación debe sacar de las propias entrañas del individuo y de su ambiente los tesoros que el Creador a depositado en cada hombre y en cada pueblo. Tal como la Iglesia en sus cartas magnas de las misiones recomienda vivamente y ordena a los misioneros: respetar los valores autóctonos, elevarlos, pero jamás minimizarlos ni mucho menos destruirlos. Una educación así inspirada en nuestra propia idiosincrasia, ya hubiera producido el tipo propio del salvadoreño educado; y no una cultura que bien puede ser la de un ciudadano de cualquier parte del mundo, una cultura de revista, un amontonamiento invertebrado de conocimientos.
Otra cosa que debiera tenerse en cuenta en este momento es organizar a tiempos los personales de las diversas escuelas y no pasarse los primeros meses del curso y hasta todo el año en barajar nombramiento y atender intrigas.
Para enmendar estas y otras deficiencias creemos más eficaz esta serena y valiente apreciación del Papa Pío XII acerca precisamente de una mayor comprensión del inquieto espíritu salvadoreño en sus afanes culturales y espirituales: «Comprendemos muy bien- dijo el Papa (1)- que siempre es mas fácil constatar la existencia de tales deficiencias, que superarlas con serenidad y prudencia encaminándose por una ruta nueva y benéfica. Pero es igualmente cosa cierta que todo Gobierno dispuesto a deducir las oportunas enseñanzas de las experiencias del pasado y a tener en cuenta las legítimas aspiraciones de la inmensa mayoría de la población, encuentra siempre precisamente en la conjugación de estos mismos elementos, el modo seguro de, por lo menos, comenzar el trabajo de corrección e iniciar la ejecución del programa ansiado, cuyos saludables efectos en seguida se harán notar con frutos permanentes».
(1) Pío XII. Alocución al Dr. Héctor Escobar Serrano, Embajador de El Salvador ante la Santa Sede. 25 de marzo de 1952.

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