Tres jornadas marcan la densa labor actual de renovación litúrgica.
La Constitución del Concilio sobre Sagrada Liturgia que el 4 de diciembre de 1963 nos ofrecía S.S. Paulo VI como primicia del Concilio y Carta Magna de este gigantesco impulso litúrgico. El motu propio «Sacram Liturgiam» con el que el Papa creaba el 25 de enero del año pasado el «Consilium» (consejo) para la puesta en práctica de la Constitución conciliar. Y finalmente la «Instrucción» elaborada por el Consejo el 26 de septiembre «para aplicar debidamente la Constitución sobre S.Liturgia». En esta «instrucción» la que entra en plena vigencia, por voluntad del Papa, desde mañana, primer domingo de cuaresma.
Mañana es pues, una fecha trascendental en la vida de la Iglesia.
No es que ha llegado a su término este intenso trabajo renovador. Actualmente se editan en el Vaticano el nuevo «Ordo missae», mientras se preparan otros textos definitivos de ritos, cantos, lecturas bíblicas, etc., Pero mientras no nos vayan llegando esas gratas sorpresas del rico acervo litúrgico, con la entrada en vigencia de la «Instrucción», desde mañana tendremos con carácter obligatorio una serie de normas para poner más al alcance del pueblo divino «Misterio de Cristo y de la Iglesia, que palpita en las entrañas de la liturgia.
Porque eso es ante todo la Liturgia. No un conjunto de ceremonia ininteligibles, sino la expresión sencilla de una actitud teológica y ascética en la que el pueblo no es un mero espectador sino protagonista. Al realizar ese sublime concepto de cara al pueblo; a eso tiende el diálogo y el canto en común del sacerdote y los fieles; a eso tiende la destacada categoría de la «liturgia de la palabra» que hasta constituye celebración completa presidida por un diácono o un seglar autorizado.
Si se pone en práctica los cambios ordenados por la «Instrucción» veremos cómo cambian su aspecto, a veces rutinario y aburrido, nuestras misas, bodas, bautismos, funerales, bendiciones, etc, por unas celebraciones llenas de vida, interés y enseñanza.
Pero ténganse en cuenta esta decisiva advertencia de «Instrucción». «Tanto más abundante será el fruto que produzca, cuanto más profundamente penetren en su auténtico espíritu los pastores de almas y los fieles y la lleven a la práctica con voluntad más decidida».