• El 15 de Mayo la escuela Dr. Antonio Rosales acostumbre recordar la muerte de su titular, acaecida el 15 de mayo de 191, cabalmente 50 años. En el acto dedicado a aquel ilustro maestro el P. Romero, invitado por el personal de la escuela, recordó los siguientes datos que ennoblecen la historia del magisterio en San Miguel.
1.- El 13 de junio de 1910
En el teatro nacional se condecoró con medalla de oro y se coronó de laureles al querido maestro Dr. Antonio Rosales ya octogenario, entonces dijo esta frase, al agradecer el homenaje: «Muy pronto habrán de cerrarse mis ojos para siempre y no los veré más; pero con los ojos de mi alma, abiertos para vosotros, habré de miraros eternamente con el mismo regocijo de este día…
2.- Sin Dios ni moral no hay sociedad.
En aquella misma ocasión dijo el Maestro que recibía el homenaje en representación también «de las personas que se ocupan de la misma labor que motiva, para que estimulándose en este acto y esperando algunas consideraciones de que no han gozado hasta ahora, se esfuercen en llenar concienzudamente los deberes del cargo que se les ha encomendado, procurando enriquecer la inteligencia de sus alumnos con conocimientos útiles par alas luchas de la vida y dirigir su voluntad con la palabra y el ejemplo por el sendero de la mora, único medio que puede salvar de ser arrebatados por el torrente de desorden e inmoralidad que amenaza la destrucción de las sociedades. SIN MORAL NO HAY SOCIEDAD, SEÑORES. La moral tiene por fundamento la ley que ha sido dada al hombre, como a toda criatura, conforme a su naturaleza. Cicerón decía que esta ley no es otra cosa que la razón suprema de Dios estableciendo el orden natural del mundo y prohibiendo su desconcierto comunicada al hombre en forma de ley para que le sirva de norma. En vano pues se esfuerzan algunos en hacer aparecer la moral como obra de los hombres, así como se han empeñado en degradar su naturaleza asignándole otro origen que no se conforma con ella. Nuestro origen es excelso. Debemos buscarlo en su Se Superior, del cual somos imagen y semejanza…»
3.- Educación que transciende a la vida.
Testimonios de viejos alumnos del Dr. Rosales confirman que sólo debían llamarse educadores los que orientan la vida de los hombres. «Su enseñanzas morales que con frecuencia nos daba en clase o fuera de ellas se grabaron hondamente en mi espíritu. Y son de tanta importancia, que examinándolas con algún detenimiento se observa que en la peregrinación por el mundo, se tienen multitud de ocasiones donde su práctica se hace indispensable. Muchas veces he visto casos en que ha sido imprescindible su aplicación y muchas, aplicándolas yo, he recordado con respeto al ilustrado maestro…» (Francisco U. Alvarez)
Patente tengo en mis oídos: Debimos formarnos por nosotros mismos…no seas parásito, adulador ni mendigo…Trata siempre la verdad en toda cosa y no la niegues aunque sea costosa…Antes de mentir, pásate la lengua por el codo…Como a los otros tratares, de ellos serás tratados, y las cosas que sembrares esas mismas cogerás…Y un conjunto de máximas y sentencias para cada circunstancia de la vida, que sería prolijo enumerar». (Cecilio Bustamante).
4.- Un maestro de rodillas ante Dios
Bien lo recuerdo, que allá por los años de 1904 asistía a la boda de un pariente mío (por cierto muy rumbosa). El matrimonio se efectuó a las 9:00 pm. Después de aquel acto todo fue expansión y alegría. La magnífica orquesta con ritmos y cadencias, embriagaba nuestros ánimos. Se bailó y gozó toda la noche. Allá en la madrugada, nos encaminamos todos, acompañando a la feliz pareja hacia la iglesia de San Francisco; donde sería la velación. El templo profusamente iluminado…al entrar el cortejo me quedé atrás y de pronto llamó mi atención un anciano que, posternado fervorosamente en un apartado rincón y sobre las desnudas baldosas del templo oraba. Me acerqué con tiento y distinguí entre los primeros rayos del día, su barba y su cabello blanco. Me acerqué más; pero él estaba tan absorto que no sintió mi proximidad, ni creo que haya llamado su atención la pomposa ceremonia nupcial. Ese anciano era DON ANTONIO. Ya había amanecido. Concluido el ceremonial, desfiló la comitiva para tomar el espléndido desayuno que esperaba y continuar el baile. Me retardé contemplando aquella figura que, ya me imaginé entonces, tendría que relatar en las páginas más limpias de la historia patria. Allí permaneció él y huyendo yo del bullicio, fuime a casa, en donde no pude conciliar el sueño; tan fuerte fue la impresión que me causara su presencia en aquel lugar en aquel momento en que culminaba el regocijo y el ostentoso lujo, en disparidad con la virtud, la honradez, la ciencia y la humildad…arrodilladas…Ahora que soy padre de muchos hijos y que anhelo para ellos aquella «antigua» educación moral e intelectual, desearía que renaciera un maestro así. Pero de entre la multitud de profesores actuales no resurge ni resurgira un DON ANTONIO…» (M. Arguello).
5.- Estos son los frutos de la Iglesia.
El Dr. Antonio Rosales comenzó su educación secundaria a la sombra del ilustre Padre Alegría que fue el sacerdote que fundó el primer centro de secundaria en Oriente, allá en Tecapa que se llamó luego Alegría. Y coronó su carrera en la famosa Universidad católica de San Carlos de Guatemala. Sus maravillosas cualidades de percepción asimiló lo que la Iglesia le dio en su formación y en su vida y dio por resultado al inolvidable migueleño gloria de la cultura y de la religión.