Alguien ha querido interpretar nuestro editorial sobre la universidad de San Miguel como una crítica a la Municipalidad; no era esa nuestra intensión, pues no es solo la municipalidad la que está empeñada en la fundación del centro universitario, sino también otras fuerzas vivas del Oriente. Además la crítica que ayuda a gobernar siempre es buena.
Estamos con la municipalidad en su noble y sincero afán de servir a su pueblo. Samos de esta sinceridad y exhortamos en esta nota editorial a toda la ciudadanía migueleña a prestar apoyo en las iniciativas que la Municipalidad emprenda a beneficio de esta ciudad que tanto amamos y que ocupa rango de honor entre las ciudades salvadoreñas. Mercados modernos, un nuevo Rastro, mejoras de tren de aseo público por medio de unidades más modernas y muchas otras obras son objeto de las actuales preocupaciones edilicias y merecen nuestro más entusiasta apoyo. Pero por encima de todo sabemos del espíritu cristiano que anima a la mayoría de nuestros señores munícipes y su sincero deseo de comprender al pueblo en esta necesidad espiritual que, no por ser espiritual deja de pertenecer al bien común; un gobernante que lleva en el fondo de su alma esta fe cristiana y no ha vendido su conciencia a las maquinaciones tenebrosas es digno de nuestra confianza porque al actuar en bien del pueblo sabe ponerse la mano en la conciencia y mirar con fe a Dios que juzgará a gobernados y gobernantes.
Hay pues sólidos motivos para estar con la actual municipalidad . Y lo estamos porque la Iglesia una vez mas ha proclamado en el concilio su experiencia de siglos. Cuán inmenso es el bien que ganan los pueblos cuando Ella y el Estado puede ir de la mano; e irán así mientras se cumpla la ley de oro que nos dejó Cristo: «dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».