POR QUE DIOS LO PERMITE?
Por Monseñor Oscar A. Romero
Cuando suceden catástrofes colectivas como el terremoto de Managua, o familiares o personales, como el triste desenlace de la muerte de la mamá, surge en el horizonte religioso de las víctimas y de los espectadores, el eterno problema: ¿Porqué lo permite Dios? es el eterno problema de ocultamiento y del silencio de Dios ante el mal, el sufrimiento y el dolor.
Mucho antes este problema, se deciden por una trágica solución, más trágica que la misma desgracia s que se lamenta: la negación de dios, el resentimiento con Dios, el ateísmo. Pero para los que reflexionan bajo la luz de su fe profunda, la respuesta es un aumento de fe y de amor. Ninguna respuesta puede quitar la sensación de encontrarse ante un misterio; de otro modo, la comprensión cabal del problema, sería un signo de la limitación de Dios y de que nuestro pensamiento abarcaría la inmensidad del altísimo. Siempre será un misterio, el problema del dolor, mientras vivimos.
Mientras vivimos, aún estamos en un mundo en evolución, en medio de la recapitulación de todas las cosas en Cristo. En este proceso de construcción, dice Teilhard de Chardin: siempre es necesario, el «mal de maduración». No todos los males que nos afligen tienen su origen en el pecado humano; van unidos al progreso y evolución del cosmos; es su contrapartida y la cara sombría del progreso. Por eso no estamos todavía en condiciones de pronunciar un veredicto válido, sobre la creación y sobre nosotros mismos. Llegará el día, en que veamos las cosas como el Creador las hizo y descubriremos con él, que «todo lo que hizo es bueno». Así, como la pascua de resurrección iluminó y explicó a los apóstoles aturdidos por la catástrofe del viernes santo, la razón de ser de aquel misterio.»Era necesario que Cristo padeciera así, para entrar en el Reino».
No juzguemos a Dios con criterios de hombre. Libremonos de antropomorfismo. El está en el cielo y mira mejor que nosotros que todavía somos elementos en sus manos, para construir un mundo maravilloso.
Acostumbremonos a la pedagogía de Dios, que, como muy bien dice nuestra gente, «escribe derecho con líneas torcidas». Así está hecho Dios, la «Historia de la salvación de los hombres», como la definió uno de los más grandes teólogos contemporáneos, conjugando la ejecución progresiva de su plan divino, con la contingencia, los retrocesos, los atajos y el vaivén de las criaturas; es un problema dialéctico; por entre los altos y bajos, las virtudes y los pecados, los rechazos y las aceptaciones, las luces y las sombras, las gracias y las tentaciones, las sonrisas y las lágrimas de nuestra peregrinación. Dios conduce dialécticamente, los hilos de la historia de cada ser humano y del conjunto de la humanidad según sus eternos designios.
Una cosa sin embargo, será siempre cierta, en medio de todas las catástrofes, aunque no la entendamos, pero Cristo aseguró para todos los hombres y es que «Mi Padre os ama». o como le dijo a San Pedro antes de la pasión: hoy no lo puedes entender, pero lo entenderás después.