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Nº. 1988 Pág. 3 El Papa no dimitirá

«A caso el Señor me ha llamado a este servicio , no ya porque yo tenga alguna aptitud o para que gobierne y salve a la Iglesia en sus presentes dificultades, sino para que sufra algo por la Iglesia y quede bien claro que El, no otros, la guía y la salva».

Su Santidad Pablo VI, escribió esta breve nota personal apenas elegido Sumo Pontífice en 1962. Al evocar esta confidencia, él mismo en junio de este año, explicaba a su auditorio: «Os confiamos este sentimiento nuestro, no ciertamente para hacer acto público y por ello vanidoso, de humildad, sino para que a vosotros también os sea dado gozar la tranquilidad que experimentamos. Nosotros mismos pensando que no es nuestra mano la que está dirigiendo el timón de la barca de Pedro, sino más bien aquella invisible, pero fuerte y amorosa, del Señor Jesús. Y desearíamos por ellos, que también en vosotros, como en toda la Iglesia, turbada a caso por las debilidades que la afligen, prevaleciese el sentimiento evangélico de fe-confianza, pedido por Cristo a sus discípulos; y que jamás el temor o el desaliento fuesen capaces de entristecer, el ardor y el gozo del obrar cristiano. En lo que a nosotros concierne, seguimos repitiendo en el corazón la palabra de otro Papa, León I: «Dará la fuerza, aquel que ha conferido la dignidad»

Traemos a la memoria de nuestros lectores, estas expresiones de optimismo del Papa, para contrastar y disipar las insinuaciones tendenciosas que se hacen al mencionar la edad de Pablo VI, como si se tratase de un decrépito, incapaz de iniciativa e independencia.
Tales insinuaciones no dejarían sin cuidado, sino fuera que tras ellas se esconden nuevos pretextos para el irrespeto y la rebeldía de moda contra la Autoridad y el Supremo Magisterio del Sucesor de Pedro. En verdad, resulta injusto, por no decir ridículo, desconocer la ardua labor que Pablo VI tiene diariamente sobre sus hombros o negar su modernidad, su espíritu abierto y paternal, su preocupación por las iglesias jóvenes, su interés, su independencia de criterio y juicio frente a cualquier presión humana, su valiente defensa de la doctrina evangélica ideal a cualquier desviación, su fidelidad al Concilio, su lealtad con el ideal de reformar y tantas otras cualidades, con que está adornada esta privilegiada personalidad.

No. El Papa no dimitirá. La renuncia a los 75 años que el «Motu Propio» «Ecclesiae Santae» menciona para los Obispos, no se impone como una ley general, sino un «enixe rogantur», para dar oportunidad «a la autoridad competente a decidir, consideradas atentamente las circunstancias de cada caso». Y Pablo VI mismo, ha hecho revocar muchas renuncias presentadas.

Pero el caso del Papa es del todo singular. Uno de sus más íntimos colaboradores, Monseñor Benelli, respondía en una entrevista de Radio Vaticana: «No repito aquí las razones de diversa naturaleza por las cuales el Papa considera, que es su preciso deber permanecer en su puesto de «Servus Servorum Dei», incluso, después de cumplir los setenta y cinco años. El Papa nunca ha ofrecido motivos, para pensar que pudiera dimitir a lo setenta y cinco años. Por el contrario, ha declarado expresamente que no lo hará».

Quien aceptó la elección al Sumo Pontificado, como una vocación a «sufrir algo por la Iglesia» y desde aquel momento, tuvo la honda convicción de que es «el Señor y no otros, el que guía y salva a la Iglesia», no puede renunciar a su cruz ni a su fe en el verdadero Conductor de la Iglesia.

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