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Nº. 4048 Pág. 2 LA PALABRA DEL ARZOBISPO

El Obispo Auxiliar
Monseñor Marco René Revelo ha sido nombrado Obispo Auxiliar de San Salvador. La noticia es parte de la vida de nuestra Arquidiócesis; por eso se hace tema de la palabra del Arzobispo como una nueva oportunidad de su magisterio y de su servicio al Pueblo de Dios.

«El bien de la grey Señor es la suprema razón que se tiene en cuenta en el nombramiento de los obispos». Este es el principio pastoral que invoca al Concilio Vaticano II (Ch. D.25) cuando enumera los motivos por los cuales se da a un obispo diocesano la ayuda de un obispo auxiliar o coadjutor: «la excesiva extensión de la Diócesis o el excesivo número de sus habitantes, las peculiares circunstancias del apostolado y otras causas de distinta índole».

El derecho canónico trata el tema de los Obispos coadjutores y auxiliares en los canones 350-355:

• Recuerda que «solo al Romano Pontífice pertenece nombrar coadjutor o auxiliares para un Obispo».

• Distingue entre Obispo coadjutor y Obispo auxiliar: coadjutor es el que se suele dar para ayudar a la persona del Obispo con derecho a sucederle en el cargo, pero a veces también se da no a la persona del obispo sino a la sede de la Diócesis. Obispo auxiliar es el que se da para ayudar de la persona del obispo sin derecho a sucederle.

El concilio destaca los valores pastorales de esta institución episcopal. Por eso dispone:

• Que los obispo coadjutores y auxiliares sean dotados sean dotados de las convenientes facultades para que su acción resulte eficaz y se salvaguarde su dignidad episcopal. Por eso se les debe nombrar Vicarios Generales o Vicarios Episcopales y en casos especiales la misma sede apostólica les concede facultades más amplias.

• Que se consulten mutuamente en los asuntos de mayor importancia pastoral

Sea pues, bienvenido Monseñor Revelo. no es nuevo en nuestro presbítero, más bien retorna a su casa después de haber ido a prestar ese mismo noble servicio al Señor Obispo de Santa Ana.

Yo exhorto a mis queridos hermanos sacerdotes, comunidades religiosas y laicos, integrantes de la gran familia arquidiocesana, a que lo acojamos con la alegría, gratitud y esperanza de quien ve venir a sus fértiles surcos un nuevo obrero de la mies.

Por mi parte quiero dar un nuevo testimonio de mi inquebrantable adhesión al Papa recibiendo con fe y agradecimiento al obispo auxiliar que El me envía. Espero que mi Auxiliar y yo, como dos sucesores de los Apóstoles en comunión con el Sucesor de Pedro, y en comunión también con nuestros Presbíteros, religiosos, religiosas y fieles, haremos honor a aquella unidad de amor y trabajo que Jesús pidió al Padre como signo y credibilidad de su verdadera Iglesia. Porque además, de esta exigencia divina, en las circunstancias actuales de la Arquidiócesis, todo atentado contra esta comunión jerárquica, presbiteral o eclesial, equivale a un pecado de suicidio; y, sobre todo, porque la unidad que hoy se fortalece en la Arquidiócesis tiene como sólido fundamento la fidelidad al Magisterio actual de la Iglesia; magisterio que el Papa acaba de recordar con suficiente claridad en su reciente discurso al Embajador de los Salvadoreños ante la Santa Sede.

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