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Pascua, Celebración de los bienes de la nueva alianza
HOMILIAS 1979

Domingo 2o. de Pascua

22 de abril de 1979

Hechos de los Apóstoles 4,32-35
1a. de San Juan 5,1-6
Juan 20,19-31.

Queridos hermanos:

Para los que están escuchando por radio y han manifestado su descontento con las interferencias de los domingos pasados, creo que será como una buena noticia la que publicó El Mundo el viernes de esta semana. Es una carta del Señor Presidente de ANTEL, en que dice: «Cumpliendo con instrucciones superiores emanadas de la Presidencia de la República y en mi carácter de Presidente de ANTEL, le informo a usted y a la ciudadanía salvadoreña que merece todo nuestro respeto, que esta Institución no ha tenido ninguna injerencia, como maliciosamente se ha dado a entender por otras publicaciones, en las interferencias que han venido ocurriendo en la citada emisora Y.S.A.X.

Al respecto, considero oportuno comunicarle que ANTEL como organismo estatal encargado del control técnico de la instalación y operación de equipos tales como radio-difusión, sonora y televisión, radio-aficionados, bandas ciudadanas, ha ordenado se efectúe una minuciosa investigación conducida por su departamento radio-eléctrico, a efecto de deducir responsabilidades en el caso aludido. Y de obtener resultados concretos, proceder de acuerdo con la ley a penar a los infractores que provocan estas situaciones».

Para terminar la carta dice: Que siguiendo fielmente los postulados dictados por el Supremo Gobierno, reitera que en ningún momento se ha vulnerado el derecho de libre expresión consagrado en nuestra Carta Magna y que es respetuosa de los derechos que asisten a los diferentes medios de comunicación social de la República», etc.

Quiero agradecer y espero que esta promesa sea eficaz, y que podamos ahora comunicarnos libremente ya que, como lo acaba de confesar la misma ANTEL, en sus manos está poder poner remedio cuando suceden estas cosas tan desagradables. Ojalá, pues, que la voz del Pastor pueda llegar hasta todos sus fieles que tienen interés en escuchar su palabra.

Pascua y Año Litúrgico: Tríduo Pascual (Muerte, sepultura y resurrección). La palabra de hoy no es mía, como nunca ha sido mi palabra, es la palabra de Dios que yo trato únicamente de comentar y aplicar a la realidad. Nos encontramos ya en el segundo domingo de Pascua. Para comprender la Pascua es necesario comprender esos tres días grandes de la Semana Santa que se llaman el Triduo Pascual, en que celebramos: La muerte, el sepulcro y la resurrección de Cristo. Esos tres aspectos que el Viernes Santo y el Sábado en su silencio y en su alegría de la noche de la Vigilia Pascual, quieren marcar para todo el año la característica de nuestra fe.

Octava de Pascua

Toda esta semana se llama la Octava de Pascua que se está clausurando con este domingo.

Tiempo Pascual

Luego continúan 50 días que se llaman el Tiempo Pascual. Ahora estamos en el segundo de los siete domingos que llenan el Tiempo Pascual, que se va a coronar con la fiesta de Pentecostés, que significa: 50 días, la plenitud de la Pascua, la venida del Espíritu Santo.

Quiero recordarles que todos los domingos que venimos a Misa es el ciclo ordinario, semanal, de celebrar la Pascua. Todos los domingos los cristianos nos reunimos en nuestra Misa dominical a celebrar esos tres grandes acontecimientos; muerte, sepultura y resurrección del Señor. Más aún, cada vez que asistimos a una Misa, sea por motivo de un matrimonio, de una primera comunión, de un funeral, no olvidemos que vamos a celebrar la Pascua. Cada Misa es celebración de Pascua. Por eso, en el momento trascendental de la consagración el sacerdote dice: «Este es el sacramento de nuestra fe». Y el pueblo dice una proclamación pascual: «Anunciamos Tu muerte, proclamamos Tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!». El pueblo cristiano vive de esa esperanza. Cristo vive y nosotros caminanos hacia su encuentro. Cada domingo, cada misa que se celebre, es un recuerdo de esa presencia y de esa esperanza.

Relación entre el tema de Cuaresma: Las alianzas con Dios… y el tema de Pascua: «Los bienes de la nueva alianza». Ahora bien, queridos hermanos, el año litúrgico gira en torno de este misterio. Por eso la Semana Santa es como el sol de todo el año litúrgico, sobre todo: Su Pascua. Y quiere grabar bien hondo el sentido pascual durante estos siete domingos, que yo quisiera que enlazáramos las ideas de toda la Cuaresma, que han traído un programa de predicación.

Yo quisiera que lo principal de mi predicación lo recogieran como una catequesis, como una predicación de la palabra de Dios. Naturalmente que hay gente que sólo está esperando aspectos políticos, polémicos y cren que toda mi predicación es política y es polémica, y que estoy suvirtiendo con mi predicación. El objetivo principal de mi predicación es el anuncio de este misterio.

Recordarán que la idea que ha venido uniendo los domingos de Cuaresma ha sido: Las Alianzas de Dios con los hombres. Alianza del Viejo Testamento: Noé, Abraham, Moisés, los profetas, y así llegamos a la Semana Santa que la titulamos en nuestra predicación del Domingo de Ramos, de las dos misas del Jueves Santo, de la ceremonia del Viernes Santo y la Vigilia Pascual y del domingo recién pasado, el domingo de Resurrección, todo ese conjunto de Semana Santa: «La celebración de la Nueva Alianza». Ahora continuaremos en esta misma línea, recogiendo los frutos de la Alianza Nueva.

La Pascua es un tiempo propicio para quedarnos, como los apóstoles frente al sepulcro vacío, meditando lo que significa para nosotros que un Redentor haya muerto por nosotros, haya resucitado para devolvernos la vida. Y en esa devolución de la vida hay un conjunto de cosas que es el trabajo de un cristiano a lo largo de toda su vida: Reflexionar los frutos mesiánicos, recoger la rica cosecha de la redención. Todo lo que anunciaron los profetas en las viejas alianzas no eran más que promesas, esperanzas y por eso los profetas le fueron dando a la Alianza un término más comprensivo: El testamento. El Viejo Testamento, el Nuevo Testamento.

San Pablo llega a decir: «Un testamento no tiene eficacia hasta que muere el testador». Y mira la muerte de Cristo el Viernes Santo como -yo la titulé en la predicación del Viernes Santo- «El precio de los bienes de la Alianza». Era necesario que Cristo muriera, que sufriera por obediencia esa pena de muerte; pero al resucitar, incorporando todo su dolor se presenta al Padre y el Padre cumple con la muerte del testador, todos los bienes del testamento. Así se llama nuestra Era Cristiana: La Era del Nuevo Testamento. La Alianza Nueva. Veremos a lo largo de estos domingos, los diversos frutos.

PASCUA CELEBRACION DE LOS BIENES DE LA NUEVA ALIANZA

Bajo este título podíamos comprender los domingos que faltan de la celebración pascual. Y cada domingo iremos arrancando uno a uno, esos frutos, esas riquezas, esos bienes de la Nueva Alianza.

1º El don del Espíritu.
2º El don de la fe (Comunidad de fe).
3º El don del amor sobrenatural (Comunidad de amor).

1. EL DON DEL ESPIRITU.

a) El gesto creador: Sopló sobre ellos.

En la primera idea yo encuentro al leer el Evangelio ese gesto de Cristo resucitado soplando sobre los apóstoles -como cuando el Eterno Padre, al crear al nuevo hombre de barro de la tierra, sopla el espíritu de vida-, dice una palabra: «Recibid el Espíritu Santo». Detengámonos en ese gesto parecido al del Génesis, porque Cristo, con su Nueva Alianza, es un nuevo Creador. Creador de un nuevo Espíritu.

Relación entre glorificación de Cristo y el don del Espíritu.

Recibid el Espíritu Santo. Cristo había dicho en la noche del Jueves Santo a sus apóstoles: «Les conviene que Yo me vaya, no estén tristes. Porque si Yo no me voy, no les puedo enviar al Espíritu Santo». Es decir, la condición que el Padre me ha puesto para devolverles la vida divina que se ha perdido por el pecado, el Espíritu de Dios que venga a vivificar a la humanidad, es necesario que después de padecer la cruz y la sepultura. Yo resucite. Y mi humanidad, este hombre concreto: Jesús de Nazaret asumido por lo divino, sea glorificado y sea adorado como Dios y como Dios junto al Padre, les enviaré el Espíritu de Dios.

Según el Evangelio de San Juan, no hubo que esperar la fiesta de Pentecostés, cincuenta días después de la Resurrección. Ya la misma Resurrección de Cristo era su glorificación y en la misma noche del domingo en que resucitó, en esa misma noche, ya aparece Cristo con este gesto creador del nuevo Espíritu: Recibid el Espíritu Santo.

– Nace la Iglesia para prolongar a Cristo
«La Iglesia imagen y semejanza de Cristo».

¿Qué da ese Espíritu a esa comunidad naciente de apóstoles, donde ya falta el traidor, pero que será suplido por otro y será sucedido por otros y otros, y será nuestra comunidad que hoy llena la Catedral y la que a través de la radio -talvez- está escuchándonos? Somos la comunidad, que en la voz del Espíritu, en la promesa, en el soplo de Cristo, ha recibido el Espíritu. Recibid el Espíritu Santo.

– La misma sumisión: «… como mi Padre me envió…»

Cristo mismo explica: «Como mi Padre me envió, así Yo os envío». Quiere decir, nace la Iglesia con este soplo de Cristo y la misión que esa Iglesia llevará al mundo, a todos los siglos, no será otra que la de Cristo muerto y resucitado. La Iglesia celebra su liturgia, predica su palabra, solamente para eso: Para salvar del pecado, para salvar de las esclavitudes, para derribar las idolatrías, para proclamar al único Dios que nos ama. Esta será la difícil tarea de la Iglesia y por eso Ella sabe que al cumplir esta misión, que a Cristo le hizo ganarse una cruz y unas humillaciones, tendrá que estar dispuesta Ella también a no traicionar ese mensaje y si es necesario, como él, sufrir el martirio, sufrir la cruz, la humillación, la persecusión.

El mismo poder: Perdonar (entendido también como Palabra que denuncia el pecado y llama a conversión).

¿Qué otra cosa le da el Espíritu si le ha dado toda la vida de Cristo a la Iglesia y le ha dado también el poder de perdonar? Dice Cristo, en la misma noche de su Resurrección: «Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonáreis que les queden perdonados sus pecados y a quienes se los retuviéreis, les queden retenidos». Es decir, sólo Dios puede perdonar los pecados que ofenden a Dios.

La Iglesia es una presencia de Dios misericordioso en el mundo. Así como Dios perdona al que pide perdón, la Iglesia será, como dice San Pablo: Ministros de la reconciliación. Allí está la pila bautismal para reconciliar al recién nacido con la gracia de Dios, allí están los confesionarios para que los arrepentidos reciban la absolución de la Iglesia representada en el sacerdote. Y cuando dice que el Espíritu le ha dado el poder de perdonar, quiere decir que le ha dado la capacidad de predicar la conversión. De llamar las injusticias por su propio nombre, de decir a los pecadores: Conviértanse que Dios los quiere perdonar; de ponerse solidaria de lado de los que sufren para decirles: Animo, Dios va con el que sigue a Dios. Esta es la misión del perdón, de la reconciliación, de la Iglesia; que en el fondo de su dureza, como Madre que no sabe alcahuetear las debilidades e injusticias de sus hijos, corrige, enmienda, orienta, para que tenga buenos hijos, para que sean dignos de la filiación divina.

b) Capacidad de predicar la verdad sobre Cristo: «El Espíritu da testimonio porque el Espíritu es la verdad». En la segunda lectura de hoy, también, encontramos que ese Espíritu que Dios ha dado a su Iglesia, da testimonio de Cristo». Porque es el Espíritu de la verdad» -dice San Juan en su epístola de hoy-. Quiere decir que la Iglesia animada por el Espíritu de Dios, lleva la capacidad de la verdad. Queridos hermanos, llevar la capacidad de la verdad es sufrir el tormento interior que sufrían los profetas. Porque es mucho más fácil predicar la mentira, callar la verdad, acomodarse a las situaciones para no perder ventajas, para tener siempre amistades halagadoras, para tener poder. ¡Qué tentación más horrible la de la Iglesia! y, sin embargo, Ella, que ha recibido el Espíritu de la verdad, tiene que estar dispuesta a no traicionar la verdad; y si es necesario perder todos los privilegios, los perderá, pero dirá siempre la verdad. Y si la calumnian, sabe Ella que la calumnian por decir la verdad. Esta es la misión que Cristo confió a la Iglesia, en la misma noche de su Resurrección.

– Capacidad de engendrar hijos de Dios: Los sacramentos: Insinuados en el agua y la sangre… y en los otros signos. Hay otra capacidad que le da el Espíritu a la Iglesia. Cuando Juan habla hoy de la sangre, y del agua, y de los signos, está sugiriendo, en aquellas primitivas comunidades cristianas, ese signo que todos conocen: Los signos sacramentales. El agua, que lava el pecado original del niño; el pan y el vino, que se convierten en cuerpo y sangre del Señor; la mano del sacerdote, que absuelve o que unge, son signos de la presencia del Espíritu en su Iglesia. Son los sacramentos que santifican a los hombres. Son los sacramentos que santifican todas las diversas condiciones de la vida del hombre, del hogar, de la Sociedad.

– «Para que tengáis vida en su nombre»

Por eso también el Espíritu le da a la Iglesia, en el soplo que Cristo le infundió, la capacidad de santificar, de convertir, de alimentarse de la vida de Dios. De que el que ya es santo, se santifique más. Y de que seamos cada día una comunidad verdaderamente pueblo de Dios, agradable al Señor. Esta es la razón de predicar en la Iglesia. Naturalmente, hermanos, ésto es bien difícil, porque predicar la virtud ante el vicio, es provocar conflictos con el vicio. Predicar la justicia ante las injusticias y los atropellos, es provocar conflictos. El Evangelio que la Iglesia predica siempre provocará conflictos.

Siempre que la Iglesia quiere ser coherente con su fundador, con el soplo del Espíritu que le dió el mensaje de llevar al mundo, o traiciona su fidelidad a ese Espíritu o pierde las ventajas del mundo pecador. Y es preferible quedarse con el Cristo que muere pero que después resucita, a las ventajas de los perseguidores de Cristo que por salvar su vida en este mundo, la perderán.

2. EL DON DE LA FE.
(COMUNIDAD DE FE. FRUTO DEL ESPIRITU).

Ese soplo de Cristo, que es su Espíritu dado a la Iglesia, logra crear una comunidad de fe. Así se llama la Iglesia: Comunidad de fe. Quiere decir que una comunidad Iglesia no es una comunidad con ideales políticos, subversivos, comunistas, sociológicos. No, la Iglesia lleva unos criterios de fe que son los que caracterizan toda su vida.

a) Episodio de Tomás, necesidad de la fe.

El episodio de Santo Tomás y la segunda epístola explicándonos las relaciones de la fe con Dios, son un bello comentario a este pensamiento que estoy sugiriendo: El don pascual de la fe, el don de la Nueva Alianza, creer en Cristo como mediador de la Alianza entre Dios y los hombres.

– Ver-tocar… lo sensible es otra categoría, puede ser búsqueda de fe o confirmación de la fe, pero no la fe.

El proceso de Santo Tomás es muy interesante para todos nosotros. La primera aparición de Cristo: No encontró a Tomás. Y cuando llegó Tomás, los apóstoles, compañeros, le dicen: «Hemos visto a Cristo, ha resucitado». Y Tomás quiere someter a prueba fíjense comu de Tomás coincide con el espíritu crítico de los modernos. La técnica de hoy quiere medir, quiere palpar, quiere constatar evidencias.

Eso es lo que quería Tomás. «Si yo no meto mi dedo en la llaga de sus manos y si no meto mi mano en su costado, no creo». «Ocho días después -fíjense qué expresión más bonita: ¡Ocho días después!, como que ya Juan está canonizando nuestra reunión dominical, el domingo siguiente, como si yo les dijera hoy: El otro domingo nos vamos a reunir. Ya se insinúa, pues, la celebración dominical- estaban reunidos y Tomás estaba allí…» Cristo, gozando de esas cualidades de los cuerpos resucitados que no necesita que le abran las puertas -es ya un cuerpo espiritua
– se presenta en medio de ellos. Un fantasma -diríamos nosotros-, sin embargo, se enfrenta al incrédulo. «Ven, mete tu dedo en mis manos, mete tu mano en mi costado y palpa que Yo soy». Tomás, no nos dice el Evangelio si metió su dedo y su mano, lo que sí nos dice es su reacción de fe: Cayó ante Cristo diciendo el grito más hermoso de la fe que se conserva en el Evangelio: «¡Señor mío y Dios mío!» ¡Esto es creer, no es necesario palpar!

Cuando queremos evidencias, cuando queremos sentir las verdades de la fe, estamos imitando la incredulidad de Tomás. Y Cristo le dice a Tomás: «porque has visto, has creído. Bienaventurados los que sin ver, creen». Ustedes y yo, queridos hermanos, vivimos de una fe porque creemos sin haber visto. Y muchos dicen que ésto es una estupidez, pero yo les digo: No hay sabiduría más grande que esta que Cristo predica este domingo: La FE. ¡Esta es la victoria que vence al mundo!. Dice la segunda carta de San Juan, hoy: «La victoria que vence al mundo, es creer que Jesucristo es Dios!»

La Y.S.A.X. ha sido interferida nuevamente, lamentamos que la eficacia de ANTEL no ha llegado todavía a corregir estas cosas. Quiero interpretar ese aplauso como un repudio a esta acción indigna de oponerse al derecho de expresar nuestra fe. ¡Si no estoy hablando más que nuestra fe!… Creo que ha vuelto a escucharse la radio. Quisiéramos que este mensaje que estoy tratando de hacerlo absolutamente evangélico, nos hiciera pensar que el don más precioso de nuestra religión es la fe.

– La fe es creer: La Palabra… el testimonio de la experiencia de la Resurrección, la presencia del Espíritu en la comunidad. Creer no es palpar, no es meter el dedo en las llagas de Cristo. No es la evidencia científica, sino que es la aceptación de la palabra de Dios. La aceptación de una palabra que unos testigos de la experiencia pascual anuncian con tanta convicción, que todo el mundo dice: ¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo está presente por el espíritu que él dió a su Iglesia! Cristo vive en la santidad del pueblo que lo sigue. Cristo está presente en la valentía de su Evangelio que se predica en el mundo. Cristo es el testimonio del Espíritu Santo y de la comunidad que lo acepta y lo siente presente. Esta fe hermanos, es la que hace bella la comunidad de los que nos reunimos a meditar en la palabra de Dios.

Cuando San Juan termina el Evangelio de hoy, dice: «Estas cosas se han escrito para que ustedes crean». Según el vervo griego que aquí se usa, indica una continuidad. Dice, para que ustedes sigan creyendo, sigan creciendo en la fe. Cada domingo que ustedes asisten a la misa y el predicador comenta la palabra de Dios o ustedes la reflexionan en sus comunidades pequeñas, en su hogar, leen esa palabra escrita para que su fe crezca. La palabra del Señor es el fermento que hace creer en el Dios verdadero.

– Contenido de la fe: La verdad sobre Cristo (Puebla, la verdad sobre la Iglesia y el hombre).

Pero esta fe tiene un contenido. Cuando escuchábamos al Papa Juan Pablo II en Puebla, me pareció escuchar la síntesis más hermosa del contenido de la fe cuando él invitaba a los Obispos, maestros de la fe, a predicar la verdad sobre Cristo, la verdad sobre la Iglesia y la verdad sobre el hombre.

– «Señor mío y Dios mío». «Para que creáis que Cristo es el Mesías».

La verdad sobre Cristo, es la que ahora nos anuncia el Evangelio cuando Tomás dice: «¡Señor mío y Dios mío!» y cuando Juan escribe: «Para que creáis que Cristo es hijo de Dios».

Nuevamente la interferencia de la radio… para decirnos que la fe no tiene una libre expresión entre nosotros. Después dicen que no hay persecución a la Iglesia. Esto es persecución a la Iglesia: No dejar que sus ministros prediquen. Entre los títulos de persecución está ése: Oponerse a la libertad de la predicación. Está ese: De oponerse a que los ministros de la palabra, que llevan el encargo de Cristo de anunciar su mensaje, sean impedidos en su predicación, en su oficio ¡Esto es auténtica persecución a la Iglesia!…

3o. EL DON DE LA UNIDAD.
(COMUNIDAD DE AMOR, FRUTO DEL ESPIRITU).

El tercer don que hoy recibimos de la Pascua, el don de un amor que nos hace formar una comunidad de hijos de Dios. Así también se llama la Iglesia no sólo comunidad de fe, sino comunidad de amor. Comunidad de amor pero entendámoslo bien.

– Bien común: Su signo, una utopía… no era lo general.

En la primera lectura de hoy, hay una expresión bellísima de la comunidad, donde todos los bienes se compartían. Todos eran muy bien vistos, ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierra o casas, las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno. Los comentaristas de este pasaje dicen claramente que se trata de una utopía, un ideal que algunos lo alcanzaron.

– Comunidad-Comunión en la verdad, no apariencia. El mismo libro de los Hechos nos habla de tres personajes: Un José Bernabé, un Ananías y Safira. Eran casos extraordinarios y en el caso de José Bernabé era un auténtico sentido de amor que lo llevó a entregar todos sus bienes para compartirlo con sus hermanos. En cambio, Ananías y Safira quisieron aparentar este gesto; pero quisieron engañar, mentir. Cuando Pedro les pregunta: «¿Lo han dado todo? Ellos dijeron que sí. Y Pedro les dice: «No debías engañar al Espíritu». Y para ejemplaridad del pueblo de Dios, que no debe ser hipócrita, les dió el castigo de morir repentinamente. No era obligación vender los bienes y traerlos, pero el que lo quisiera hacer aparentando hipócritamente y reservándose egoístamente los bienes, era digno de esa pena. En cambio, quien daba con amor, aunque no se desprendiera de su propiedad, compartía sus bienes, hacía que no existieran esas desigualdades injustas de una sociedad que se llama cristiana y donde el espíritu de amor fraternal ha desaparecido.

-Amor basado en la fe en Cristo, fe en Dios de donde deriva el amor a los engendrados.

Lo que quiere enseñarnos hoy este amor sobrenatural es, como decía el Papa: Amor afectivo y amor efectivo. Un afecto que nos eleva hacia Dios primero y de allá deriva en amor al prójimo. Miren como San Juan es el hombre del gran equilibrio. En su carta dice una cosa que muchos lo hemos oído muchas veces: «No puede decir que ama a Dios a quien no ve, el que no ama a los hombres a quienes ve». Pero hoy nos dice al revés: «El testimonio de que amamos a los hijos de Dios, es que amamos a Dios». Las dos cosas se necesitan. Si el principal mandamiento dijo Cristo es: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a tí mismo». Amar al prójimo es testimonio del amor que tenemos a Dios y amar a Dios es testimonio también del amor que le profesamos al hombre. No puede existir en el corazón auténticamente cristiano sólo amor a Dios sin amor al hombre, o sólo amor al hombre sin amor a Dios.

El justo equilibrio de la comunidad de amor tiene que ser como en la primera frase del Concilio Vaticano, que dice: «La Iglesia es el gran sacramento que une a los hombres con Dios y une a los hombres entre sí». Esta es la comunidad que el Espíritu de Amor logra crear entre los cristianos. Amor que, por tanto, se basa en la fe en Dios. El que tiene fe en el Padre que ha engendrado, tiene fe también en los hijos engendrados por el Padre. Es la comparación que nos trae la segunda lectura, para decirnos que debemos de llegar a una altura de ser hijos de Dios. De que cuando recemos el Padre Nuestro, sintamos que no queda nadie excluído del corazón, que no hay categorías entre hombres de primera clase y hombres de segunda clase, sino que todos a la altura del corazón de Dios. ¡Todos! Que hermoso será el día en que exista esa realidad del don del Espíritu que es amor que crea la Comunidad de Amor.

HECHOS ECLESIALES

En este ambiente Pascual de los dones de la fe, del espíritu y del amor, yo quisiera invitarle a analizar los hechos de la semana. Dentro de la Iglesia que hemos dicho hoy que se llama comunidad de fe y comunidad de amor, analizaríamos los hechos eclesiales.

Por mi parte, les informaría, como quien regresa al hogar que esta semana estuve en Costa Rica con el Episcopado Centroamericano. Asistieron cuatro de Costa Rica, seis de El Salvador, doce de Guatemala, cuatro de Honduras, tres de Nicaragua, seis de Panamá. Creíamos que hechos tan trascendentales para América Latina como fueron la reunión de Puebla y la visita del Papa a nuestro Continente, ameritaba que los Pastores de la región, ilumináramos con esas enseñanzas, las realidades de nuestros países centroamericanos. Y así fue como dimos prioridades pastorales a estas áreas de estudio.

Un grupo se dedicó a estudiar: «La Comunidad Eclesial, que debe ser profundamente vivida entre los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos».

Otro aspecto de nuestra reunión fue «La Pastoral Vocacional que nos ha de llevar a contar con un número suficiente de sacerdotes y ministros debidamente preparados para el trabajo evangelizador en las circunstancias especiales de nuestros pueblos».

Un tercer aspecto del estudio del SEDAC en Costa Rica fue: «La actitud de la Iglesia frente a otras Confesiones Cristianas y frente al avance, con profundas implicaciones socio-políticas, de numerosas sectas que constituyen una grave amenaza a la unidad de nuestros pueblos». Así como hemos defendido el verdadero ecumenismo, el acercamiento sincero de católicos y protestantes, en Costa Rica dijimos también que hay mucho peligro de división en aquellas sectas que no por un sentido ecuménico, sino que con compromisos socio-políticos, se están prestando al mantenimiento de situaciones injustas en nuestros países.

Y finalmente se estudió: «Las tensas relaciones entre la Iglesia y el Estado en la mayoría de nuestros países, cuyo regímenes se inspiran en la ideología de la Seguridad Nacional».

Como ven, los temas corresponden claramente a la problemática eclesial y a las relaciones de la Iglesia con el mundo civil, sobre todo con los gobiernos de Centro América. «En todas nuestras deliberaciones tuvimos en cuenta que nuestros países son predominantemente católicos y que esperan, con razón, una palabra orientadora de sus obispos.

Este pensamiento aumenta nuestro sentido de responsabilidad y nos impulsa a señalar los caminos que lleven no sólo a la formación de comunidades vivas y operantes sino a animar a los cristianos a buscar con sentido realista y responsable, la solución de los graves problemas socio-políticos que afligen a nuestras naciones».

Dijimos allá que: «La Iglesia no puede renunciar a su misión evangelizadora que lleva, si es genuina y auténtica, a la defensa de los derechos humanos, a la liberación de todas las esclavitudes y especialmente del pecado y aunque ésto le cuesta la pérdida de privilegios y la lleve hasta a sufrir persecución y martirio». Da gusto encontrar entre los obispos de Centro América, gente muy comprometida en esta línea que, gracias a Dios, lleva también nuestra Arquidiócesis.

«Sin embargo- fíjense bien en esto-, jamás aceptará la Iglesia hipoteca alguna con ideologías o métodos que utilizan la lucha de clases, el engaño y el terrorismo, para conseguir sus fines. No creemos en la violencia de cualquier signo, como camino adecuado para resolver los problemas de nuestros países, porque somos conscientes de que el Evangelio de Cristo ofrece el único camino válido para forjar una sociedad justa y humana, en la que estén satisfechas las necesidades vitales de todos los hombres. Es necesario, sin embargo, que todos los que creen en Cristo depongan actitudes de egoísmo o de apetencias extremadas y busquen la justicia con medios eficaces pero legítimos.

Como pastores, conscientes de que nuestra misión no es política, ni técnica, sino eminentemente espiritual y religiosa, queremos asumir plenamente el pensamiento de Puebla y del magisterio del Sumo Pontífice y hemos aceptado el compromiso de impulsar en nuestras respectivas diócesis el conocimiento, la profundización y la aplicación concreta de las grandes pastorales y de las opciones prioritarias asumidas por la Iglesia en América Latina, seguros de que éste será nuestro aporte para alcanzar en nuestros países la ansiada paz que sólo puede venir como fruto de la justicia y de la verdad».

Como ven, los ideales de nuestra reunión Centroamericana, no son más que un reflejo del compromiso de Puebla y de las enseñanzas del Papa…

También, en esta hora de comunión, comunidad de amor, acordémonos de nuestros hermanos de Nicaragua.

Me dí cuenta, a través de sus obispos, como está sufriendo aquel pueblo. Y para colmo, en esta misma semana, el Papa expresó su pesar por los sufrimientos y privaciones que ha experimentado el pueblo nicaragüense. Dijo que todos los católicos rezáramos mucho, pidiendo por la protección de las poblaciones amenazadas de ataques y represalias. Ya anteriormente 30 obispos de América Latina en Puebla, que se solidarizaron con la Arquidiócesis de San Salvador, manifestaron también su solidaridad con Nicaragua y dijeron que: Nicaragua les parecía un ejemplo claro del martirio a que someten a los pueblos las tiranías de todo tipo. Y desearon que haya pronto una nueva Nicaragua, en la que el pueblo rija sus propios destinos como expresión de igualdad entre todos…

En esta hora de alegría y de comunión con nuestros hermanos que gozan y de sufrimiento con los que sufren, yo les invito, hermanos, a que nos solidaricemos con la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Anunciata. Su fundador el P. Francisco Coll Guitart, un dominico misionero catalán, fundó esta Congregación el siglo pasado; y, aquí entre nosotros, es una Congregación que tiene muchos méritos pastorales. Esta congregación es la que dirige el Colegio Ntra. Sra. de Fátima en Santa Tecla; el Colegio Católico de Suchitoto y el Colegio también de Quezaltepeque; la escuela San Martín de Porres que está anexo a la Iglesia de El Rosario y la Escuela Masferrer en Santa Tecla. Allá en Santa Tecla, también, tiene una obra de promoción, así como en Chiltiupán tiene una obra pastoral misionera. Como ven, son 7 obras de las Hermanas Dominicas que merecen, en esta hora de comunión de la Comunidad de la Arquidiócesis, les expresemos nuestra felicitación, nuestra gratitud, porque su fundador va a recibir, como el primer beatificado por Juan Pablo II, la autorización de una vida que merece ser imitada: Un cristiano que ha llegado al Reino de los Cielos y que ha dejado en la tierra una obra tan benéfica como es la Congregación de las Dominicas de la Anunciata.

Por mi parte quiero agradecerles a la Hermanas, que han querido que yo vaya a participar del júbilo de la beatificación, en Roma misma, el próximo domingo. Así es que, con el permiso de la Comunidad de la Arquidiócesis, yo voy a estar en Roma gracias a esta invitación de las Dominicas, el próximo domingo, asistiendo a la beatificación del P. Coll.

Naturalmente que todo el que va a Roma, sobre todo, si es pastor, su gran anhelo es mirar al Papa. Veré al Papa y platicaré con él. Yo nunca he estado opuesto a la línea del Papa. Seguiré todo lo que el Papa dice. Ya se que allá, adelante, están muchas denuncias contra mí. Hay muchas informaciones que están diciendo de lo torcido de mi pastoral y sé que el Papa me preguntará sobre ello, aunque le diré: Santo Padre, Usted envió ya una visita Apostólica que pudo consultar a muchos testigos, al pueblo, y no hago más que remitirme a lo que Su Santidad disponga; pero de mi parte sepa, que he predicado el Evangelio y que estoy dispuesto a seguir predicando en defensa del querido pueblo, que el Señor me ha encomendado, ese Evangelio del Señor…

Al regresar de Roma, espero que no sean más de dos semanas, yo quisiera que celebráramos una misa de acción de gracias al nuevo Beato, Beato Francisco

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