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Nº. 1240 Pág. 3 Brotes de anticlericalismo

Así podríamos calificar la campaña sistemática que se viene fomentando en determinadas publicaciones. Lamentamos profundamente que algunos órganos de prensa, apoyándose en el menor incidente o noticia, favorezcan una campaña que empieza a aparecer como sistemática, de desprestigio del clero y de los obispos.

No es nueva del todo la posición de quienes, en cualquier apertura de la Iglesia hacia todos los hombres, están dispuestos a descubrir una maniobra del comunismo.

Es necesario prestar atención a este fenómeno reaparecido entre nosotros y no hacerle el juego creyendo que se trata de defender a la Iglesia. Cualquier extremismo, sea del signo que fuere, con el pretexto de fidelidad a una Iglesia idealizada del pasado o del futuro, de hecho mina la unidad, el prestigio y la comunión de la Iglesia real y concreta; siembra la confusión en el pueblo, discrimina a los pastores legítimos, no son criterios evangélicos y conciliares, sino con la medida de un ideario político.

No impliquemos a la iglesia en disputas políticas. Reconozcamos su independencia y autonomía para predicar el Evangelio y la doctrina social y autonomía para predicar el Evangelio y la doctrina social cristiana. No pretendamos servirnos de ella para afianzar posiciones temporales. En estas concretas circunstancias ha hecho notar un obispo español: «La Iglesia está por encima de las opciones políticas sean del color que sean…El respeto debido a los legítimos gobernantes, la colaboración de la iglesia con el Estado en ciertas actividades compatibles con su misión y las buenas relaciones entre ambas sociedades autónomas y mutuamente independientes, son exigencias del bien común de las personas, que al mismo tiempo son católicos y ciudadanos. Pero todos debemos cuidar de que estas relaciones no puedan ofrecer fundamento para erróneas interpretaciones. Tan funesto sería que la Iglesia y el Estado pudieran parecer enemigos como maridados».

Es injusto, por otra parte, generalizar los fallos individuales y aislados, que puedan existir entre los sacerdotes de uno y otro clero, para envolver en ataques y acusaciones gratuitas a toda la Jerarquía de la Iglesia, intentando desvirtuar así el magisterio auténtico, las declaraciones episcopales, la predicación sagrada, y, en definitiva, frenar la realización del programa irreversible del Vaticano II.

AMBIENTE ERÓTICO
El mundo actual se define como una sociedad de consumo y del bienestar, que solicita los deseos mas superficiales del hombre, ansia de gozar, de pasarla bien de disfrutar. Lo importante no es el bien-ser sino el bien-estar. Nunca como ahora el hombre ha tenido posibilidades de disfrutar de las riquezas de la creación.

Todo el progreso material que al mismo tiempo no mejore al hombre, cede en última instancia en perjuicio del mismo hombre. Estamos a un paso de caer en el materialismo, en el hedonismo. El hombre vive en la euforia de su crecimiento. Vive en la embriaguez de las conquistas que él mismo ha conseguido. en esta situación fácilmente se subvierten los valores del espíritu y se cifra el sentido de la vida en la apetencia de los bienes materiales.

El mundo mide al hombre por sus recursos económicos, por los signos externos de riqueza. Hay naciones que miden incluso su puesto respectivo en la competición internacional en términos de renta nacional y en tasas de crecimiento económico. Nosotros, los cristianos, tenemos otros criterios para medir la vitalidad y la importancia de una nación. El poseer, ha dicho Pablo VI, se convierte a veces en obstáculo para el crecimiento de ser.

A una sociedad se le juzga por el puesto que reserva a los más desprovistos de la sociedad, por su afán de que le crecimiento cultural y espiritual corra parejo con el crecimiento económico, porque no sólo ofrece bienes, sino también razones válidas para vivir.
En ansia de goce conduce a la manía de las drogas, de los estupefacientes, de los tranquilizantes, de los somníferos. No sabemos ya soportar el mínimo dolor y acudimos rápidamente a cualquier medio para librarnos de él. Esto crea una dependencia, una necesidad física y psicológica.

Nuestro país ha entrado ya al mercado común de las malas costumbres. La relajación de costumbres es un hecho fácilmente constatable. Nos estamos deslizando por una pendiente cada vez más pronunciada. Lo sexual se ha apoderado de la calle, del hogar, de las publicaciones, de los espectáculos, de los reclamos publicitarios. Es como una ola que amenaza invadirlo todo. Se hace necesario hablar de pureza. Es una virtud que no ha pasado de moda.

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