Dejando a un lado la ansiedad sincera y fervorosa de los auténticos pastores de la grey cristiana, se nota en muchas partes una preocupación morbosa y «mundana» por las deserciones del clero y por la escasez de sacerdotes. Para remediar esta situación, se apuntan soluciones puramente humanas: la abolición del celibato, la participación de la mujer en el ministerio eclesiástico, la ordenación de hombres casado. Y se olvida la verdadera y única solución, declarada solemnemente por el mismo Cristo en el Evangelio: «Las mies es mucha y los operarios son pocos…PEDID al Señor de la mies que ENVÍE más operarios».
La vocación, el espíritu de apostolado, el sacerdocio, son gracias, carismas, dones de Dios. Para concederlos sólo pone como condición que lo pidamos con espíritu ferviente, hincando nuestras rodillas en el suelo, inclinando humildemente nuestras cabezas, reconociendo nuestra indigencia, elevando nuestras oraciones al cielo, para pedirle al Señor de la mies que envíe más operarios.
La crisis de la Iglesia es, más que todo y por encima de todo, una crisis de fe y de oración. Es una especie de secularización que nos ha invadido. Es un espíritu de autosuficiencia que nos lleva a buscar soluciones humanas a los problemas de índole sobrenatural, con nuestro talento, con nuestra sabiduría, con nuestra ciencia, con nuestra técnica, con nuestra teología, sólo somos unos pobres instrumentos del Espíritu Santo. Nos creemos profetas, nos sentimos redentores, pensamos que somos insustituibles, pretendemos que le hacemos un favor a Dios con nuestro servicio. Y nos olvidamos que Dios puede convertir hasta las piedras en hijos de Abraham. ¡hombre de poca fe!.
HABLAR A LOS JÓVENES
Los jóvenes estudiantes de un instituto nacional han protestado porque se les quiere obligar a cortarse el pelo, declarando que «nada nos hará cambiar de nuestras inquietudes y gustos» y pidiendo «protección sobre sus modas».
No estamos de acuerdo con ciertas modas que estila la juventud moderna, especialmente todo lo que tiene a la confusión de los sexos. Muchas veces es difícil distinguir, a primera vista, un muchacho de una muchacha, por su indumentaria o por el corte de pelo. La confusión de los sexos es un mal. No hay cosa peor que un hombre parezca mujer, o una mujer parezca hombre, dando la impresión de «maricas» y «marimachos», conduciendo frecuentemente a la práctica de la homoxesualidad,
Pero tampoco estamos de acuerdo con las prohibiciones autoritarias. A la juventud no hay que imponerle las cosas por la fuerza, sino que persuadirla por medios convincentes. Como muy bien decía el Santo Padre, son muchos los que hablan de los jóvenes, pero son muy pocos los que hablan de los jóvenes.
Observa el padre Arrupe que también los jóvenes son conscientes de la precariedad de la actual situación del mundo. Si los adultos no logran «entender y ganar la confianza de esa juventud, dándole sus derechos y buscando su colaboración positiva, nos encontraremos con una explosión y una ruptura peligrosísima, que tendrá como resultado la confrontación constante entre dos fuerzas que mutuamente se necesitan: la del mundo adulto y la del mundo joven, es decir, una guerrilla de las más crueles y profundas, ya que su campo de batalla está en el mismo seno de la familia».
SALARIO MÍNIMO EN EL CAMPO
Varias entidades agropecuarias han hecho manifestaciones públicas de rechazo al salario mínimo fijado para el campo para la próxima cosecha, a pesar de que no significa ningún aumento para los trabajadores.
Alegan los agricultores que nuestros productos agrícolas no podrán obtener los mismos precios de años anteriores y que las cuotas de exportación fijadas actualmente son inferiores a la producción estimada, por lo cual, en vez de tener ganancias, sufrirán pérdidas.
No menospreciemos los argumentos del sector agropecuario, en cuanto es muy probable que este año no podrán obtener las ganancias que ellos esperaban, pero nos parece inhumano que el campesino tenga que pagar las consecuencias, tomando en cuenta especialmente que se trata del sector mayoritario de la población y de la clase social que padece unas condiciones de vida indignas de seres humanos.
En todas las actividades de la economía nacional hay años buenos y años malos. En los negocios no siempre se gana. Lo mismo sucede en el comercio, como en la industria o la agricultura. Esto no quiere decir que cualquier empresa, para obtener ganancias, en lugar de pérdidas, va a sacrificar a sus empleados o a sus obreros. El trabajador no es una mercancía, sujeta a los vaivenes de la economía, sino que una persona humana, que por el sólo hecho de serlo, tiene derecho a un salario justo, suficiente para cubrir sus necesidades materiales y culturales.
El bien común exige que no se perjudique el bienestar de la inmensa mayoría de los habitantes, para proteger o favorecer a una minoría. De nada sirve el desarrollo de nuestra economía, si sus beneficios sólo han de favorecer a unos cuantos, sin las participación de los trabajadores.
Tómese en cuenta, además de que la situación del campesino no ha de mejorar con el salario mínimo fijado, ya que es el mismo del año pasado. Lo cual mas bien, significa retroceso, porque, con el aumento del costo de la vida, el valor adquisitivo del dinero disminuye proporcionalmente.
Seamos conscientes. Seamos humanos. Seamos cristianos. La empresa se ha hecho para el hombre y no el hombre para la empresa. Lo importante, lo más importante, es el hombre.
Pensemos, además, por propia conveniencia, que es peligroso arrojar a nuestros campesino, en la desesperación de una miseria todavía mayor. No nos quejemos de seguir así, que nuestro trabajador sea víctima de doctrina subversivas, prestando oídos a los agitadores profesionales, sembrando la ruina y la confusión, el caso y el desorden en nuestra Patria.