«Los medios de comunicación social al servicio de la unidad de los hombres», es el lema asignado a la próxima celebración de la Jornada Mundial de esos vehículos del pensamiento.
Es una meta de formidable actualidad si se tiene en cuenta que vivimos bajo el signo de esta antítesis: por una parte, los hombres toman conciencia, cada día más clara, de su solidaridad universal y haca ella dirigen laudables esfuerzos y realizaciones; mientras que, por otra parte, el mundo se estremece, como nunca, por la fuerza de tensiones trágicas entre estamentos sociales, entre sociedades y personas, entre países industrialmente desarrollados y países del Tercer Mundo, entre prosélitos del sistema ideológicos o políticos antagónicos. La misma Iglesia, aun siendo «signo y sacramento de unidad», está sufriendo divisiones en su mismo seno.
Qué fácil es caer hoy en la tentación de utilizar la influencia de los medios de comunicación social para agravar las tensiones, las oposiciones y las divisiones, radicalizándolas más, en vez de aprovechar sus inmensas posibilidades de unificación llevando a la conciencia de los unos los problemas de los otros, ayudándolos a conocerse mejor y apreciarse más dentro de las diversiones legítimas, superando con comprensión y amor las barreras de todas clases, sintiendo, por encima de todos los obstáculos «la solidaridad real que-como dijo Su Santidad Pablo VI en la ONU- nos sitúa a todos los unos con los otros, los unos para los otros, en la búsqueda del bien común de la gran comunidad de los hombres».
No se trata pues, de un sentimiento de fácil «irenismo», como si se quisiera ocultar la verdad o desconocer la realidad con el fin de quedar bien con todos. Son demasiado evidentes las oposiciones y el desgarramiento entre los hombres para poderlos pasar en silencio o minimizarlos. Pero aun reconociendo las múltiples heridas y pecados que afean y agobian a la sociedad, deben tener los conductores de las ideas la honestidad de reconocer también las realizaciones positivas, los signos de renovación, los motivos de esperanza que inspiren y animen de sano optimismo a los hombres de buena voluntad.
Desde sus evidentes limitaciones y pequeñez, ese quiere ser el ideal y la inspiración de este vocero del pensamiento católico: prestar, sintiendo con la Iglesia, un servicio a la unidad de los hombres.
Creemos que ésta es la mejor manera de llenar el rico contenido de su nombre y nuestra mejor manera de «definirnos». Ponernos decididamente al lado de la Iglesia y ORIENTAR, con su luz, los caminos que conduzcan a los hombres a la unidad. Entendiendo por auténtica luz de la Iglesia el Magisterio del Papa y de los Obispos que enseñan en comunión con El, ya que la fe de la Iglesia «descansa en la vida de un pueblo, cuyos responsables ante Dios son los Obispos: a ellos corresponde decir a ese pueblo lo que Dios exige creer» (Exhort. de Pablo VI a los Obispos en el 5º. aniversario del Concilio.
No puede ser otra la «línea» de quienes tenemos el honor de pensar y trabajar con la iglesia al servicio de los hombres. Sean pues, bienvenidos a nuestras páginas todos los ideales y esfuerzos que nos identifican con el ideal del Hombre Dios: que todos sean perfeccionados en la unidad.