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Nº. 1242 Pág. 3 Sacerdocio y justicia

Los dos temas en que se ha ocupado el Sínodo de los Obispos tienen una entrañable conexión entre sí: ministerial y justicia en el mundo. Así lo han advertido muchas intervenciones de los Padres Sinodales y, para gloria de América Latina, el Cardenal Hoffner, al hacer la síntesis de la discusión, notó que especialmente los Obispos latinoamericanos fueron los que insistieron en la relación entre el ministerio sacerdotal de salvación cristiana y la liberación humana que también los sacerdotes deben promover. Incluso Monseñor Pironia hacía derivar la crisis sacerdotal fundamentalmente «de la dificultad de integrar el Evangelio en las realidades temporales. De aquí que se escuche más el grito del pueblo que la voz de Dios en la oración; de aquí los intentos, sinceros, aunque a veces peligrosos y desviados, de una mayor encarnación en el mundo y de una mayor solidaridad con los pobres y oprimidos».

Pero el mismo Monseñor Pironio, cuya voz la consideramos una expresión sincera de esa búsqueda de equilibrio sacerdotal en América, lo mismo que la tónica general del Sínodo que ha tratado de ser muy comprensiva con la inquietud profética y sociológica de esta hora, recordaba con énfasis «la dimensión especialmente religiosa de la iglesia». «El sacerdocio ministerial -dijo Monseñor Pironio- debe ser contemplado en la única dimensión esencialmente religiosa de la Iglesia. Los problemas de la evangelización y de la promoción humana, aunque no deben identificarse, no se oponen entre sí ni se ha de separar demasiado el uno del otro. La reivindicación cristiana de la justicia forma parte de la genuina predicación del Evangelio de paz. El mensaje religioso de la Iglesia está precisamente en la total liberación del hombre, lo cual no debe identificarse con la violencia».

Pero oponer el Vaticano II a Trento «es un equivocado y falso» se dijo en el Sínodo. «Es verdad que el reciente Concilio dio un paso hacia adelante, grande y útil, pero no hay que olvidar que ningún Concilio pretende agotar toda la revelación ni derogar los Concilios precedentes, la doctrina de los Concilio debe ser integrada».

Aquí está, nos parece, la clave de una buena solución. Una integración de elementos doctrinales teológicos. Hay muchas actitudes eclesiásticas que denuncian o ignorancia o desintegración de los elementos teológicos. Los sacerdotes no deben descuidar el aspecto sacramental de Trento por entregarse a una evangelización falsamente liberadora ni viceversa, cerrarse a la evidente visión de injusticias sociales del mundo por conservar una visión exclusivamente de Trento. Y dentro de una auténtica misión liberadora de Iglesia hay que integrar, por una parte, la atribución de responsabilidades de esa tarea que no es exclusiva de los sacerdotes ministeriales sino también y proporcionalmente de los seglares, y, por otra parte; y principalmente, los diversos niveles de la liberación específica del Evangelio que no se queda en la superficie social, política y económica, sino que baja sobre todo a las raíces del pecado para promover la auténtica liberación que es la santidad en el corazón de los liberados y libertadores.

Difícil y fecunda tarea la del Sínodo. Porque ciertamente habrá más justicia en el mundo cuando tengamos los sacerdotes que Cristo y la iglesia necesitan para la auténtica liberación del mundo.

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