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Nº. 1248 Págs. 3 y 6 La vara con que nos miden

En nuestra época, más que ninguna otra, padecemos la manía de usar y abusar de las palabras, convirtiéndolas en «slogan» que se repite continuamente y hasta la saciedad al grado de que tanto «gastarlas» se les vacía de concepto y se vacía su contenido, dándoles un sentido que originalmente no tienen.

Una de esas palabras que suenan todos los días y se pronuncian con la boca llena y se repiten inconscientemente, aplicándola a los países pobres económicamente, es el término «subdesarrollados»Las naciones ricas y las potencias mundiales las escupen con menosprecio o por conmiseración. Y muchos de nuestros demagogos la repiten sin cesar, como en un complejo de inferioridad, con menosprecio de nuestro propio valor y las cualidades de nuestro ser.

Y el error está fundamentalmente en la vara con que nos mide. ¿Qué es, al fin, un pueblo subdesarrollado? Así se nos llama porque somos naciones pequeñas o porque somos pobres en recursos económicos. Pero si cambiamos la medida materialista y contemplamos a nuestras naciones desde el punto de vista humano, cultural, moral, cívico o político, nos sorprenderemos al descubrir que en estos terrenos constituimos unos pueblos mucho más desarrollados que las naciones ricas o las potencias políticas.

En el sentido puramente humanitario podemos afirmar que en algunos aspectos somos superiores a los norteamericanos, como por ejemplo, en lo que se refiere a la discriminación racial que ellos practican contra los hombres de color. En el aspecto social, aún con las grandes lacras que padecen nuestras clases populares, estamos muy por encima de las grandes masa hambrientas de la gran potencia de China Roja.

Nuestros demagogos subversivos vociferan contra la tiranía, la imposición y la represión. Pero creemos sinceramente que, con todos los defectos de nuestra democracia, estamos en un plano muy superior, desde el punto de vista cívico y político, a una gran potencia como es la Unión Soviética. ¿Quién ha oído, por ejemplo, que en los países comunistas haya siquiera un solo diputado de la oposición? ¿ Cuando se ha visto que la democracia «socialista» haya existido una asamblea, como la que funcionó en nuestro país anteriormente, en que la mayoría del partido oficial era tan exigua?

Ciertamente no vivimos en «jaula». Nuestro país padece grandes lacras económicas, sociales, morales, culturales, cívicas y políticas. Pero por amor de Dios, dejemos a un lado este denigrante complejo de inferioridad, ese indigno menosprecio de nuestra nacionalidad, ese agachar la cabeza cada vez que se nos endilga el mote de subdesarrollados, como si fuéramos un pueblo primitivo, como si constituyéramos una nación de salvajes, recién salidos de la selva.

UNA NUEVA GUERRA
Nunca en la historia de la humanidad se había vociferado tanto contra la guerra. Sin embargo, en ninguna época habían proliferado sobre la tierra tantos conflictos armados, que están sembrando la muerte y la miseria en los pueblos que padecen su tremendo azote.
La verdad es que en nuestro tiempo se proclama una pacifismo insincero, que, más que buscar o procurar la paz, se ha empleado como un arma política de propaganda contra el imperialismo norteamericano, cuando se trata de países en que están involucrados los intereses de las potencias marxistas.

No vamos a defender la intromisión yanqui en Vietnam, Laos y Camboya, pero hay que reconocer que este hecho es una respuesta a la ingerencia de China comunista en los mismos países. También en el conflicto del cercano Oriente, si bien los norteamericanos están ayudando a Israel, los soviéticos están proporcionando armas a sus enemigos.
La realidad nos demuestra que las grandes potencias sin culpables del estallido o de la continuación de los conflictos armados. En vez de procurar la paz, las guerras se emplean como un medio de conquista de sus esferas de influencia. Lo que menos les importa es la paz, la justicia, el derecho o la autodeterminación de los pueblos.

Fresco está todavía en la memoria de los pueblos el ejemplo espantoso de Biafra, en que las grandes potencias permitieron y ayudaron a realizar un verdadero genocidio.

Como si esto fuera poco, nuevas guerras han estallado y se habla de la gestación de otros conflictos. Corea del Sur empieza a preparar su defensa contra el peligro de una invasión de la porción norteña de dicho país, denominada por las huestes comunistas.

Una nueva guerra ha empezado a ensangrentar la tierra. La india y Paquistán están midiendo sus fuerzas, encendiendo una gran hoguera que amenaza con tomar proporciones espantosas. Mientras tanto las grandes potencias, en vez de poner sus grandes recursos al servicio de la paz, empiezan a alinearse para atizar el fuego, justificando sus pretensiones con una propaganda de odio entre los hombres y las naciones.
Con razón que el santo Padre, recientemente, se quejó de ese falso y engañoso pacifismo. Y en estos días advirtió a la humanidad del «peligro latente para nuestra generación», que puede hacer que la paz en el mundo «desaparezca como un sueño». «Todos estamos sorprendidos y entristecidos», exclamó el Vicario de Cristo, refiriéndose a la guerra de la India y Paquistán. «Otra Guerra, una nueva guerra, desgracia terrible e inhumana, comienza a estallar en la tierra».

A pesar de todo, dijo el Papa, la humanidad «no debe perder su fe en la paz•. Y ofreció sus buenos oficios para solucionar la crisis, en un mensaje enviado a los mandatarios de ambos países, expresando su «pena y profundo temor» ante el acrecentamiento del conflicto.

El Papa hizo un llamamiento a los gobernantes para que no dejaran de hacer ningún esfuerzo, en el intento de evitar «una sangrienta prueba de fuerza y lograr que la voz de la sabiduría y la moderación prevalezcan».

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