Abundan en nuestra época los gritones de la paz, los que denuncian las injusticias, los que acusan a los demás por la situación lamentable en que se encuentran la sociedad y el orden internacional. Pero desgraciadamente son pocos, muy pocos, los que hacen algo práctico por remediarlas.
Es muy fácil gritar y perorar, lanzando rayos y centellas, contra los demás, echándole la culpa a los imperialismos, a las grandes potencias, a las clases privilegiadas, a los gobiernos, a la Iglesia y a todas las personas e instituciones que, en una u otra forma, tienen el poder o la influencia para lograr los cambios que necesita el mundo.
Es natural que los principales responsables del destino de los pueblos son los que tienen en sus manos el poder material, espiritual, político económico. Pero debemos percatarnos de que el futuro de la humanidad depende de todos y cada uno de los hombres que la componemos. Y todos podemos hacer algo, por pequeño que sea, en nuestro propio ambiente, de acuerdo con nuestras posibilidades, para que esta situación encuentre un remedio eficaz.
De la misma manera que la suma es de la misma especie de los sumandos, si todos y cada uno de nosotros hacemos algo por mejorar la vida de los que dependen de nosotros, la sociedad, que es la suma de las personas que la componen, tendrá necesariamente que ser mucho mejor.
El lema proclamado por el Santo Padre para este año, lo dice claramente: «si quieres la paz, trabaja por la justicia». Estamos seguros que el vicario de Cristo no se dirigía únicamente a los gobernantes de las naciones, sino que a todos los hombres de buena voluntad, a los que desean sinceramente la paz y la justicia.
Trabajar por la justicia es deber y atributo de todos los ciudadanos. Y eses debe empezar por la propia casa. Cumplir los deberes de estado. Ser buen esposo. No echar hijos al mundo para abandonarlos. Ser padre de familia en todo el sentido de la palabra. Darse todo entero, en abnegación de amor, a todos los suyos. Procurar la justicia y la paz en el propio ambiente.
Trabajar por la justicia en la profesión, en el oficio, en la empresa. Dar a cada cual lo suyo. Contribuir los trabajadores al progreso nacional. Dar los patronos salarios justos y prestaciones sociales que les permitan vivir con la dignidad de personas.
Trabajar por la justicia en la sociedad. Contribuir cada ciudadano con todas sus capacidades en la promoción y en el mejoramiento de sus hermanos con sus recursos económicos, culturales o espirituales.
Trabajar por la justicia. Practicar todos una sensibilidad social, que nos obligue a preocuparnos por nuestro prójimos, convencidos de que «todo hombres es nuestro hermano». De lo contrario no seremos sinceramente cristianos, ni podemos pretender que amamos la paz y la justicia y la caridad. Porque, como muy bien dice la sentencia evangélica el que no ama a su hermano, a quien ve, no podrá amar a Dios, a quien no ve.
Si de veras queremos la paz, trabajemos todos, tú y yo, no solamente ellos, por promover la justicia.