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Nº. 1258 Pág. 3 Llamamiento a la Unidad

Nuestro amadísimo prelado metropolitano ha hecho un llamamiento a la unidad, dirigido a los sacerdotes, religiosos y fieles, por medio de una sincera adhesión a la Jerarquía y al magisterio de la Iglesia, que reside especialmente en el Soberano Pontífice.
Quisiéramos ser, desde estas columnas, un eco fiel de los santos anhelos del venerable pastor que es de hecho y por derecho, el centro de la unidad eclesial. Muchas veces, los unos y los otros, nos hemos dejado llevar por fobias, por simpatías y antipatías, por opciones puramente temporales, por sistemas políticos y sociales olvidando por completo los lazos fundamentales de nuestra comunión eclesial y el concepto más elemental de la verdadera caridad cristiana.

A ello se debe ¿por qué negarlo? que estamos divididos y desparramados formando sectas y grupos de presión, que luchamos los unos contra los otros, en vez de estar reunidos en un solo redil, bajo el cayado de nuestro venerable pastor.
El es, repetimos, el centro de la unidad, de hecho y por derecho. De hecho, porque a través de su largo y fructífero pontificado, ha demostrado un amor a Dios, a la iglesia y un celo extraordinario por las almas condenadas a su cuidado, una santidad de vida y una proverbial humildad, como quisiéramos que poseyeran, siquiera en una pequeña dosis, los que se han dado a la innoble tarea de calumniar e insultar su venerable figura.

También es, el centro de unidad, por derecho. Por derecho divino, porque así lo estableció el mismo Cristo, porque es sucesor de los apóstoles, porque es la cabeza y el corazón de nuestra arquidiócesis, porque es el maestro, el profeta, el pastor legítimo de la grey encomendada a su cuidado.

Unámonos todos, sacerdotes y laicos, alrededor y bajo la autoridad de nuestro pastor. Dejemos a un lado, de una vez por todas, esa polémica continuada, esos «ismos» que nos invaden y nos separan, para que seamos dignos del nombre bendito de ser «el pueblo de Dios», elegido y consagrado, para llevar el mensaje evangélico a través de todos los rincones de nuestra patria, logrando la verdadera liberación espiritual y material de nuestro pueblo.
Frente a las Elecciones

En el día de hoy se realizan las elecciones presidenciales en todo el territorio de la República. Es un acontecimiento extraordinario que no puede pasar inadvertido para ningún ciudadano salvadoreño. Es un deber cívico que todos estamos obligados a cumplir. Es un derecho que tenemos que ejercer, para lograr que nuestro país tenga los gobernantes que mejor puedan dirigir sus destinos.
Desde el primer momento que nos hicimos cargo de este semanario hemos tenido un especial cuidado de mantener una estricta neutralidad en lo que se refiere a la política partidista. Esta ciudad no se debe, de ninguna manera, a un menosprecio de nuestro derecho de ejercer legítimos anhelos cívicos. Todo lo contrario. Creemos que los católicos somos y debemos ser los primero en preocuparnos por los destinos de nuestra patria.

Nuestra actitud se debe única y exclusivamente, al hecho de que, como periodistas católicos no debemos de ninguna manera demostrar, a través de este semanario, ninguna opción política, que pueda causar la división entre nuestros lectores, de manera que en lugar de ORIENTAR, que es nuestra misión hiciéramos una labor desorientadora.

De sobra es sabido que el pueblo salvadoreño es católico, con todas las deficiencias a pesar de todos los defectos teóricos y prácticos de nuestro catolicismo. De tal manera que, un periódico como el nuestro, que tiene una responsabilidad orientadora en el sentido moral y religioso, no puede tomar ninguna opción política en contradicción con la opinión libre de muchos otros católicos que sin duda pertenecen a cualquiera de los diversos partidos que están compitiendo activamente en esta campaña electoral.

Ya lo hemos dicho en otra ocasión. La política partidarista divide, parte, como su nombre lo indica, al pueblo, separándolo en facciones. Por lo mismo, los que tenemos en la iglesia una responsabilidad orientadora, no debemos participar en esta política que nos divide, porque nos dedicamos a cultivar y acrecentar lo que nos une, con caridad eclesial como católicos y con un auténtico espíritu cívico como salvadoreños.

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