Así se expresaba recientemente Pablo VI al referirse a la difícil situación de los católicos irlandeses. Y la frase se nos ocurre muy oportuna al reflexionar en los diversos actos de represión que se han seguido a raíz del «golpe armado».
«La violencia es una solución ilusoria. Es más -continúa el Papa difícilmente se podrá conciliar la violencia con la justicia que reclamamos y defendemos, ya sea que esta violencia venga como reacción a la injusticia o como medio para mantener el orden público. Con demasiada frecuencia, especialmente en ciertas manifestaciones externas que presenciamos con gran pena en nuestros días, la violencia es más bien la expresión de la venganza. Y por eso se opone totalmente al espíritu cristiano que nos pide ir más allá d los límites de la estricta justicia y abrazar el mandamiento del amor fraterno a todos los hombres…Al mismo tiempo el sentido cristiano de los valores de la convicción al hombre de que una paz duradera se puede construir solamente sobre el firme fundamento de la justicia. Si queremos que haya paz, debe haber primero justicia. Cada uno tiene un papel que cumplir. Hay que remover los obstáculos que se atraviesan en el camino de la justicia: desigualdades civiles, discriminaciones políticas o sociales, incomprensiones entre grupos e individuos. Debe haber un mutuo y permanente respeto a los demás: a sus personas, a sus derechos y a sus legítimas aspiraciones».
no es necesario comentar estas magistrales pinceladas que dibujan el rostro afligido de una Patria en conflicto. Sólo queremos aludir a la coincidencia del llamamiento que hizo el Señor Presidente a la fraternidad nacional para invitar a los civiles a ver en los salvadoreños uniformados también a los hijos de la Patria. Porque sería bueno, para un auténtico sentido de fraternidad, que también los salvadoreños que manejan el poder de las armas y disfrutan el predominio político, tuviera muy en cuenta que los civiles indefensos o los vencidos en política son también hermanos, hijos de la misma Patria y del mismo Dios y que merecen el respeto a su persona, a sus derechos, y a sus legítimas aspiraciones.
Con injusticias no se construye la paz, ni habrá justicia para construir la paz mientras «la violencia siga siendo expresión de venganza».
Terminamos como el Papa ofreciendo el consuelo, la palabra de aliento y la oración de la iglesia» a todos los que han sufrido o están sufriendo por las turbulencias de la presente situación. Que reinen sentimientos de fraternidad en todos los corazones para una nueva era de justicia, paz y respeto mutuo».