En nuestra primera página publicamos dos llamamientos pastorales: el Papa que pide oraciones por las «vocaciones consagradas» y el de nuestros obispos que reclaman la responsabilidad social de todos los salvadoreños. Los dos convergen hacia una sola realidad teológica: que cada vida es una vocación de dios y que el bienestar de un pueblo depende de la fidelidad de todos a su propia vocación. Lógicamente los Obispos concluyen: «Todos somos culpables de mal de la nación; es muy fácil denunciar las injusticias en los otros, pero resulta más noble y más eficaz analizar nuestras propias responsabilidades».
Esta actitud de los Obispos nos parece mucho más evangélica que si sólo se hubiera dejado llevar de la presión para denunciar con lijo de detalles los atropellos de «los malos» contra «los buenos». A nuestro juicio- respaldado por muchas opiniones sensatas y que hemos recogido el documento episcopal ha denunciado con suficiente y sobria claridad la represión y la violencia donde quiera que se encuentre; y, luego, con un estilo más propio de su misión sobrenatural -que ya se nos estaba olvidando porque se nos está convirtiendo la teología en sociología y política- Los Obispos han tenido el valor de mencionar el pecado, cuya tremenda influencia sobre el mal social parece que es de moda desconocer y olvidar. «No es verdad- preguntaba el teólogo Rahner a un grupo de sacerdotes en retiro espiritual -que en nuestro afán de hacer sociología tenemos muchas veces la impresión de que los hombres pecan porque sufren y no más bien de que sufren porque pecaron».
Y del reconocimiento del pecado, el llamamiento pastoral se eleva a un reclamo optimista de conversión que, a partir de una interiorización personal, florezca en amor y justicia social y en saneamiento de estructuras. No es acaso esa la verdadera misión de la Iglesia?.
«Tendemos a pensar -dice Monseñor Mc Grath, comentando el documentos sinodal sobre la justicia en el mundo- que podemos reformar el orden social desde fuera. Quizá nuestra misión es anunciar los principios de justicia, promover la doctrina al respeto, crear una conciencia; pero sobre todo convertir a los hombres al verdadero sentido cristiano del amor y de la justicia, para que ellos desde dentro reformen y renueven. Lo contrario parece una especie de clericalismo que quiere asumir el liderazgo político, impaciente porque no está cambiando lo que decimos que se debe cambiar».
Que la oración del mundo que el Papa pide por las «vocaciones consagradas» su papel específico dentro de la sociedad y, al mismo tiempo, respetar y promover el campo propio de las vocaciones del laicado que-como dicen los Obispos salvadoreños- «contribuyen al bienestar de la Patria, cuando trabajando en medio de las realidades temporales los inspira el amor santificante de Dios y del prójimo».