Ha causado una gran sorpresa en la opinión pública nacional, la actitud del Gobierno al negarla a la Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas», un subsidio estatal durante el presente año.
Realmente no se comprende el motivo de esta medida. Porque la Universidad no es confesional y es una corporación de utilidad pública, dedicada exclusivamente al servicio del país.
Precisamente hoy que el Gobierno está empeñado en impulsar, de manera profesional, sus programas educativos, debería de aumentar, en vez de suspender, su ayuda a las instituciones universitarias. Como resultado lógico de este esfuerzo gubernamental, hay actualmente una verdadera explosión educativa del nivel medio, que exige un aumento en la capacidad de los centros universitarios, para llenar la demanda de los estudiantes que tienen el legítimo anhelo de estudiar una profesión.
En estos mismos días los diarios capitalinos han informado, ampliamente sobre el hecho innegable de que la Universidad Nacional no puede dar cabida a todos los estudiantes que llaman a sus puertas. Y, si además se obliga a la UCA a suspender su desarrollo y se le pone ante el peligro de una clausura forzada, solo se logrará agravar seriamente este problema.
La labor educativa que ha desarrollado la UCA es digna de todo encomio. De 367 estudiantes que tenían en 1966, ha alcanzado hoy una matrícula de 2.034, proyectándose llegar a los 5.000 en 1980. De 14 académicos que dictaban cátedras en 1966, cuanta hoy con 120. Su desarrollo físico es también notable, pues en tan corto plazo ha terminado ya cinco edificios funcionales.
Sus planes para el futuro son también importantes, ya que establecerá nuevas carreras y diversificará las existentes, además de que realizará varios proyectos de investigación científica y concluirá la nueva ciudad universitaria.
Por todas estas razones no entendemos el motivo de esa suspensión de un subsidio, por cierto demasiado exiguo para las posibilidades y la importancia de la obra, aun cuando resulta cuantioso y vital para el futuro de la universidad.
Por todas estas razones no entendemos el motivo de esa suspensión de un subsidio, por cierto demasiado exiguo para las posibilidades y la importancia de la obra, aun cuando resulta cuantioso y vital para el futuro de la universidad.
No creemos que la medida se deba a motivos ideológicos o políticos, porque en ese caso habría que suspender toda ayuda a otros centros de estudios que en mil ocasiones han manifestado sustentar tendencias diametralmente opuestas a la ideología y política gubernamental.
Creemos sinceramente en las buenas intenciones de las autoridades civiles. En todo esto debe haber un malentendido, un error grave que es necesario rectificar. Y no será en provecho de ninguna persona en particular, ni de un grupo ideológico o político, sino que para el bien de nuestro país y el desarrollo de nuestro pueblo.