El Concilio expresó el único deseo de la Iglesia al acercase a pedir algo a los gobernantes de la tierra: la libertad. «Que pide la iglesia de vosotros. preguntaba en el mensaje de los gobernantes-. qué pide esta Iglesia, después de casi dos mil años de vicisitudes de todas clases en sus relaciones con vosotros, las potencias de la tierra, qué os pido? Os lo dice en uno de los textos de mayor importancia de su Concilio, no os pide más que la libertad: la libertad de creer y predicar su fe; la libertad de amar a su Dios y servirle; la libertad de vivir y de llevar a los hombres su mensaje de vida».
Entre las muchas reflexiones que sugiere este deseo de la Iglesia, dos cosas queremos destacar: los gobernantes no son árbitros sino servidores de la libertad, la libertad de la Iglesia beneficia a la misma nación.
El concilio definía la responsabilidad, los orígenes y las limitaciones de la potestad terrena con estas palabras: «Honramos vuestra autoridad y vuestra soberanía, respetamos vuestra función, reconocemos vuestras leyes justas, estimamos a los que las hacen y las aplican. Pero tenemos una palabra sacrosanta que deciros y es ésta: Sólo Dios es grande. Sólo Dios es el principio y fin. Solo Dios es la fuente de vuestra autoridad y el fundamento de vuestras leyes.
Cada día aflora más en la conciencia de los hombres de hoy esta relación de la autoridad con la libertad. «La conciencia más viva de la dignidad humana ha hecho que en diversas regiones del mundo surja el propósito de establecer un orden político-jurídico que proteja mejor en la vida pública los derechos de la persona, como son el derecho de libre unión, de libre asociación, de expresar las propias opiniones, de profesar privada y públicamente la religión» (GS. 73)
Se suele abusar con frecuencia de ese derecho sagrado de la libertad. Y por eso es un deber de la autoridad política encauzar el torrente de la libertad de un pueblo y cercenar los abusos.
Pero por su parte la Iglesia, y no hay que confundirla con la opinión o la actuación de alguna persona o grupo- no abusaré de la libertad que reclama. Al contrario, garantiza a los gobernantes que la libertad que exige por derecho divino redundará en verdadera colaboración con los mismo gobernantes y florecerá en copioso bien del pueblo. «Vuestros pueblos serán los beneficiados aseguró el Concilio en el mismo mensaje a los gobernantes- porque la iglesia forma para nosotros ciudadanos leales, amigos de la paz y del progreso».