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Nº. 1974 Pág. 3 La Familia y la Educación

El día de hoy culmina en todo el país la celebración de la semana nacional de la familia. Ya es un lugar común decir que la familia es la célula fundamental de la sociedad. Su importancia es tan grande en la vida de los pueblos, que nos atreveríamos a decir, sin temor a equivocarnos, que resolviendo el problema de la familia, se habrá resuelto la mayoría de los problemas que aquejan al mundo.

Queremos insistir hoy, de manera especial, en la importancia que tiene la misión educadora de la sociedad familiar, que constituye el ambiente ideal para forjar caracteres y para moldear corazones. Cualesquiera que sean las pretensiones de los estados modernos respecto a los problemas de la educación, jamás podrán reemplazar la influencia preponderante de la familia bien constituida.

La autoridad del hogar, por reposar sobre el padre y la madre, es a la vez, una amalgama de fuerza y ternura que jamás podrá encontrarse, de manera tan eficaz, en el ambiente escolar, por mucho que se empleen los métodos pedagógicos más modernos y avanzados.

Vigilante e intuitiva, clara y amorosa, la autoridad paternal se adapta con precisión a las necesidades de los hijos. El padre ordena casi siempre con el cerebro y la madre con el corazón; la disciplina no se confunde jamás con un reglamento escolar rígido, anónimo e uniforme. La obediencia va espontáneamente acompañada por el respeto y el amor, teniendo como base la confianza. La autoridad familia no se encamina a formar autónomas sino que personas.

Más, por desgracia, no siempre la familia tiene clara conciencia de sus responsabilidades. con mucha frecuencia, por ignorancia, descuido u omisión culpable, se tuerce la personalidad moral del niño.

Muchos padres de familia se imaginan que han cumplido sus deberes con los hijos al proporcionarles un buen colegio. Resulta muy fácil y cómodo arrojar sobre los hombros cansados de los maestros, el fardo pesado de la responsabilidad educacional. La escuela será un magnífico auxiliar en la formación de la juventud, pero nunca podrá suplir totalmente a la familia.

La educación implica deberes que no se pueden cumplir sin sacrificios. Exige una constante atención y obliga a los padres a privarse de una gran parte de su libertad. Así como la madre no puede dar a luz sin el acicate de dolor, así tampoco pueden ser padre en todo el sentido de la palabra, sin abnegación continua y prolongada de sí mismo, en la noble tarea de la educación.

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