Se está realizando en nuestro país, utilizando todos los medios de comunicación social, una costosa propaganda, subvencionada por dinero extranjero, que contempla el crecimiento población desde el punto de vista profundamente equivocado y proporcionando soluciones totalmente ineficaces y reñidas con el respeto a la dignidad humana.
Nos referimos ala propaganda que propugna por el control de la natalidad, por medios netamente artificiales, utilizando sistemas que van directamente en contra de la moral y de las buenas costumbres.
Parece que esta propaganda no quiere dar la impresión de que el crecimiento población es una verdadera plaga, que debe combatirse en la misma forma que se hace con los chapulines y demás insectos que perjudicas nuestra producción agrícola.
El hecho de que los salvadoreños seamos muchos no es ninguna desgracia. La verdadera tragedia consiste en que haya miles de niños salvadoreños que hacen y crecen y se desarrollan sin un hogar auténtico, sin una familia bien constituida, sin un padre legítimo y responsable, sin que sus progenitores les proporciones, además de las necesidades materiales, el calor de su afecto y los cuidados de su amor.
Nadie niega que la explosión poblacional, en una forma desordenada, como resultado del desenfreno sexual, que produce una cantidad enorme de niños abandonados, es un mal y una tragedia. Pero esta explosión poblacional no se remedia con métodos de control artificial de la natalidad como lo han demostrado las últimas estadísticas. El verdadero remedio eficaz, la única solución auténtica, es la protección y la consolidación de la familia, legalmente constituida, que dará por resultado una verdadera paternidad responsable y un control natural de la natalidad, porque ninguna unidad familiar tendrá más hijos que los que puede criar, alimentar y educar.
Se ha dicho por personas autorizad, que en nuestro país no se practica el control de la natalidad. Pero los hechos desmienten estas afirmaciones, como se puede comprobar visitando cualquier clínica de salud en todo el territorio de la república. En nuestro país se están practicando, al pie de la letra, las instrucciones impuestas desde el extranjero, con el criterio de que es más barato repartir píldoras que contribuir eficazmente al desarrollo de nuestro pueblo. Y el resultado de esta política poblacional es realmente desastrosa. Ni se logra detener el crecimiento de la población y se fomenta, en cambio, la relajación de crecimiento de la población y se fomenta, en cambio, la relajación de costumbres, la promiscuidad sexual, facilitando las relaciones eróticas entre los jóvenes y destrozando así las bases mismas de nuestra sociedad.
Se habla mucho, entre nosotros, de planificación familiar, pero nadie la define exactamente. Y en la práctica sólo se reduce a la distribución de píldoras y otros medios de control artificial de la natalidad. Y no se hace nada, absolutamente nada, por consolidar la familia, la primera célula de nuestra sociedad, que debe fomentarse y protegerse por mandato expreso de nuestra Carta Fundamental.
Proteger a la familia, consolidar su constitución, dictar medidas que la favorezcan y la capaciten para cumplir su noble misión, dotarla de vivienda, liberarla de impuestos, proporcionarle los medios para que realice su objetivo educacional, hacer efectivos los derechos de la mujer y del niño, es el único medio eficaz, auténtico, cristiano y humano de detener esa tan temida y cacareada explosión poblacional. Lo demás, todo lo demás, sólo es dar palos de ciego, buscando un camino que nunca se encuentra y utilizando unos métodos que, lejos de resolver el problema, lo agravan con porciones de un verdadero desastre social, cultural, moral, económico y político.