Skip to content Skip to sidebar Skip to footer

Nº. 1995 Pág. 3, 6 y 8 Tradición y Progreso

Están volando en estos días, alrededor del mundo, los ecos de la reciente beatificación del primer sucesor de Don Bosco, Don Rúa.
Y como toda beatificación es un mensaje de actualidad para los hombres de la época, junto con las crónicas pintorescas de aquella bella ceremonia y como alma de las mismas, vuela para los hombres de hoy, la homilía de Pablo VI, intérprete del acontecimiento.

Sobre el fundamento de la gracia que es la causa principal de toda santidad y entre las virtudes heroicas del nuevo hombre que ha sido analizado por el proceso más riguroso de la espiritualidad, el Papa ha querido subrayar una característica de Don Rúa: «se refiere a uno de los valores más discutidos, para bien y para mal, en la cultura moderna: queremos decir, la tradición».

La ruptura con la tradición parece haberse convertido, la norma de la modernidad, en la condición del progreso», observaba el Papa; quien recordó las diversas poses que adopta esta actitud contemporánea: revolución, renovación precipitada, originalidad siempre intolerante, con respecto a la escuela ajena, independencia con la relación al pasado, liberación de toda ligazón».

Nadie niega el valor positivo de mirar hacia adelante, de avanzar en el tiempo de conquistar las realidades circundantes. Pero un progreso en el que solo miraremos hacia adelante, sin tener en cuenta la herencia del pasado, nos expondría, a «perder el tesoro acumulado por la civilización y a vernos obligados a reconocernos más atrás, no más adelante y a volver a empezar desde el principio un trabajo agotador. Podríamos perder el tesoro de la historia que fue, para venir a encontrarnos náufragos en el piélago misterioso del tiempo, sin tener ya ni la noción, ni la capacidad del camino, que hay que reconocer».

Esta es la lección principal de Don Rúa. «Es beatificado y glorificado precisamente por ser sucesor de Don Bosco, es decir, su continuador: hijo, discípulo, imitador; el cual, con otros, sin duda, pero el primero entre ellos, hizo del ejemplo del santo una escuela; de su obra personal, una institución extendida por toda la tierra; de su vida, una historia; de su regla, un espíritu; de su santidad, un tipo demos; hizo del manantial, una corriente…» del granito de mostaza el árbol corpulento.

El Papa, hacía ver que este amor y respeto por la tradición, no despersonaliza, sino que, teniendo por Maestro, al Maestro Superior, educa, es decir, desarrolla la propia personalidad y da a la tradición matices insustituibles.

Toda beatificación es un mensaje. Es un hombre de nuestra historia, convertido en testimonio máximo para los demás hombres. El testimonio de Don Rúa, es de una maravillosa actualidad, para los amigos del progreso; para que en su noble afán, no caigan en las redes que abundantemente tienden hoy los falsos progresismos iconoclastas de las más ricas tradiciones.

HAY QUE TRABAJAR
Se ha comentado que en Italia las huelgas y las fiestas están debilitando cada vez más su economía. También en Chile y Uruguay, las huelgas han tenido consecuencias desastrosas, causando pérdidas enormes que será muy difícil reponer, perjudicando gravemente la vida de las personas y de las naciones.

No pretendemos discutir, en un caso o en el oro, en este país o en el de más allá, las causas de dichas huelgas. Sólo queremos señalar un hecho incontrovertible de nuestra época, que es el abuso de las huelgas y el exceso desmesurado de fiestas y vacaciones.
La huelga es un derecho legítimo de los trabajadores, un arma eficaz en la conquista de mejores condiciones de vida. La huelga sólo existe en los países democráticos. en los regímenes comunistas y totalitarios constituye un delito. Pero la huelga es un arma de dos filos. Cuando se abusa de ella, perjudica a los mismos a quienes se pretende defender.

Hay muchas formas de abusar de la huelga. Declarándola por la imposición violenta de un pequeño grupo, que impide trabajar a la mayoría. Decretándola en forma ilegal, sin llenar los requisitos indispensables. Declarándola antes de agotar las posibilidades de llegar a un arreglo por medio del diálogo. Utilizarla como arma política, en vez de limitarse a defender los intereses de los trabajadores o de los gremios profesionales.

Pero además de la huelga, hay otro factor que contribuye a debilitar a un país. Es el exceso de fiestas y celebraciones, que muchas veces se prolongan demasiado, cuando hay un día de trabajo entre dos feriados, realizándose lo que se ha dado en llamar el «puente» festivo.
Es muy justo y legítimo que la gentes descanse y se expansione, con el fin de reparar sus energías y disfrutar sanamente de la vida. Pero el abuso de las fiestas, la holganza excesiva, es un mal muy grave, que perjudica seriamente la economía de un país, especialmente tratándose de naciones como la nuestra, que necesitan salir de su lamentable estado de subdesarrollo.

Algunos gobiernos latinoamericanos ya están tomando serias medidas para evitar estos abusos. El congreso colimbiano está elaborando un nuevo calendario laboral que suprema una serie de fiestas nacionales y religiosas, además de los famosos «puentes» de vacaciones. Se calcula que con estas reformas, los colombianos trabajarán 300 millones de horas más cada año, lo cual dará por resultado un importante aumento en la producción, equivalente a la respetable suma de 155 millones de dólares.

Lo mejor del caso es que esta supresiones, en vez de perjudicar al trabajador, servirán para beneficiarlo. Con el nuevo calendario aumentarán los salarios y se dará a los trabajadores una bonificación que compensa con creces las vacaciones suprimidas. Más todavía, se cree que aumentarán las fuentes de trabajo, porque los empresarios podrán programas adecuadamente su producción, para satisfacer la creciente demanda nacional y extranjera.

Hay que pensar seriamente en la importancia del trabajo. Para progresar, tanto los individuos como los pueblos, es necesario trabajar. Trabajar duro, trabajar bien, sin descanso. El abuso de las huelgas y de las fiestas, no hace más que estancar y hacer retroceder la economía de las naciones.

Dejemos a un lado «il dolce far niente» de los italianos y el «sabroso no hacer nada» de los latinoamericanos. Sólo el trabajo eleva y ennoblece al hombre y hace grandes a los pueblos, fomentando el progreso y la civilización.

Leave a comment