Lealtad Salesiana y Firmeza Jesuita
Entre la pluriforme belleza de testimonios cristianos que, en esta «hora pascual» están engalanando a nuestra querida Arquidiócesis, permítame destacar hoy dos nobles actitudes de la vida religiosa: una de los Salesianos y otra de los Jesuitas.
Confieso que me conmovió casi hasta las lágrimas la humildad del Padre Benito Arturo Contreras, acompañado de su Superior Provincial. Vino al Arzobispado a entregarme una elocuente carta de excusas por su participación y sus expresiones en la inauguración del mercado «La Tiendona». Declara que nunca pretendió, con dicha actuación, oponer un antisigno a la línea pastoral de la Jerarquía ni comprometer el pensamiento de su Superior ni de su querida Congregación. ratifica, en abono de su rectitud de intención, su identificación con el ideal de Don Bosco expresado así por el actual Rector Mayor de los Salesianos: «Todos los hermanos procurarán ponerse en sintonía con la Iglesia Local Nacional- Regional- diocesana y acoger las directrices de los obispos y particularmente del Papa».
Al apretar, con fraternal cariño, la mano del Padre Benito, sentí que su humilde sinceridad lo agigantaba ante mí para expresarme aquella lealtad Salesiana que él mismo, junto con otros leales hijos de Don Bosco, me trajo en los días de mi ordenación episcopal y de mi nombramiento Arzobispal. Y, por contraste, también sentí una mayor repugnancia por ese innoble sistema de manipular noticias sin importales el prestigio de un hombre bueno.
De los Jesuitas estamos aprendiendo, en estos días de su criminal amenaza, la lección de una serena firmeza que sólo puede nacer de un apasionado amor a la verdad y de un entusiasta sentido de servicio a Cristo y a su Iglesia. El Padre Arrupe se lo acaba de recordar en una carta confidencial de sabrosas reminiscencias ignacianas: «Ahora comprenden insistencia pedimos en los «Ejercicios». Ahora saben cuál es «su vestidura y librea» y, por propia experiencia, conocen lo que es participar en los oprobios «con Cristo lleno de ellos».
La preciosa carta constata, con admiración y agradecimiento, la solidaridad con los Jesuitas, de parte de los Obispos, de los Sacerdotes, de las congregaciones religiosas y de todas las fuerzas vivas de esta Iglesia que se renueva en la persecución.
Y yo agregaría que aún fuera de la Iglesia los Jesuitas están atrayendo por su firmeza y su adhesión a la Iglesia, una inmensa simpatía que, unida al clamor de la Iglesia pide al Gobierno y a la proverbial hospitalidad salvadoreña que se asegure eficazmente su vida y su integridad física y se garantice la libertad de su noble misión cristiana.
El Arzobispo