La Fiesta de Cristo Rey
El domingo 20 de Noviembre (último del año litúrgico) se celebra universalmente la fiesta de Cristo Rey. Con tal motivo creemos conveniente hacer algunas reflexiones que nos ayuden para sacar el máximo provecho de tal celebración. Ellas deberían iluminar con claridad los tiempos que vivimos para encontrar el sendero que nos conduzca a la paz y a la justicia.
El 6 de Febrero de 1922 fue elevado al solio pontificio Su Santidad Pío XI. Desde su primera Encíclica «Ubi Arcano», señaló la aguda problemática que crea en Europa y en América, la implantación del comunismo en Rusia, y la aparición, no menos peligrosa, del Nacional Socialismo de Hitler y del Fascismo de Mussolini. Ya entonces afirma que para los cristianos y para toda la humanidad sólo se encontrará la paz y la justicia estableciendo el Reino de Dios en el mundo.
El 11 de Diciembre de 1925, Pío XI publica la segunda encíclica titulada «Quas primas». En ella recalca los tremendo males del totalitarismo y reivindica los derechos de dios, de la Iglesia y del hombre insistiendo en que la vivencia del Reino de Dios es el único medio para salir de esa encrucijada histórica.
Fue entonces cuando Pío XI instituyó la fiesta de Cristo Rey y decidió su alcance.
CRISTO VERDADERO REY
El Reino de Dios y de Cristo que el Papa propone, es un reino de paz, de justicia y de santidad. Un reino que debe afectar a toda la persona en sus manifestaciones privadas y públicas, como individuo y como miembro de la sociedad civil y religiosa.
Es necesario admitir que Cristo es Rey. «Lo es de toda la humanidad en sentido figurado, y también es sentido literal y propio.
En sentido figurado, por el supremo grado de excelencia que posee y que le levanta sobre toda la creación. Reina en las inteligencias de los hombres por su excelsa inteligencia, el grado supremo de su conocimiento, por ser él la misma verdad, y por la necesidad que tienen los hombres de beber en Cristo la verdad y aceptarla. Reina en las voluntades de los hombres, porque en Cristo la voluntad humana responde con entera perfección y sometimiento a la voluntad divina.
Finalmente Cristo es rey de los corazones porque con su supereminente caridad, con su mansedumbre y su benignidad se gana el amor de las almas y porque ningún hombre ha sido ni será tan amado por toda la humanidad como cristo Jesús.
En sentido propio hay que atribuir a Cristo hombre el título de Rey pues sólo de él como hombre se puede afirmar que recibió del Padre la potestad del reino, ya que como Verbo de Dios, identificado con el Padre, posee necesariamente en común con él todas las cosas y por tanto también el mismo poder supremo y absoluto sobre toda la creación.
UN REINADO UNIVERSAL
«El reino de Cristo, no es terrestre, mundano, material o económico como los reinos del mundo. Es un reino del espíritu, de la verdad sin ambages, del amor sin taras sensuales, de la justicia sin presiones, de la fe en las sublimes creaciones divinas».
«El reino de Dios no puede ser limitado o privatizado a sola la dimensión espiritual y espiritualizante. El reino de Dios implica una transformación total de las personas y del mundo, de las estructuras y de la forma de proceder de las estructuras».
«La primera etapa del reino se desarrolla en los reinos de la materia». «Reina Cristo en la mente de cada uno de los hombres con su doctrina, reina en los corazones con la claridad, reina en toda la vida humana con la observancia de su ley y de sus ejemplos. Reina Jesucristo en la familia cuando está constituida por el matrimonio cristiano y se conserva como cosa sagrada. Reina Jesucristo en el estado cuando reconocidos los máximos derechos de Dios, se atribuye a Dios el origen de la autoridad y de todos los derechos, y se reconoce a la Iglesia la dignidad y el puesto en que fue colocada por su Fundador, como sociedad perfecta, maestra y guía de las demás sociedades, que no merma la autoridad de estas sociedades, pues cada una de ellas es legítima en su propia esfera, sino que las completa armónicamente.
«El solemne culto litúrgico tributado a la soberanía real de Jesucristo hará recordar necesariamente a los hombres, que la Iglesia como sociedad perfecta instituida por Cristo, exige por derecho propio e irrenunciable, la Plena Libertad del Poder Civil, y que en cumplimiento de la misión que Dios le ha encomendado, de enseñar, gobernar y conducir a la eterna felicidad a todos los miembros del Reino de Cristo, no puede depender de voluntad ajena alguna. Y no sólo esto; el estado debe conceder idéntica libertad a las Ordenes y Congregaciones religiosas de ambos sexos, las cuales son valiosos auxiliares de la Iglesia y excelentes cooperadores en el establecimiento y propagación del reino de Cristo.
LA IGLESIA Y EL REINO DE CRISTO
«Como Jesús, la Iglesia anuncia el reino de Dios. En todo el mundo «en nuestro continente y en nuestro país, la Iglesia tiene como Jesús, que seguir pregonando la Buena Nueva de un reino de Dios que se acerca, sobre todo para aquellas mayorías que secularmente han estado ausentes de él; los pobres, campesinos y obreros, marginados de las ciudades. No significa esto un rechazo de las demás clases sociales, a las cuales también la Iglesia quiere servir e iluminar y a las cuales también exige su cooperación en la construcción del reino. Significa la preferencia de Jesús hacia aquellos que ha sido más objeto de los intereses de los hombres que sujetos de su propio destino.
La Iglesia denuncia el pecado y llama a la conversión…Como Jesús, la Iglesia tiene que seguir denunciando el pecado de nuestros días. Tiene que seguir denunciando el egoísmo que se esconde en el corazón de todos los hombres. El pecado que deshumaniza a los hombres, que deshace las familias, que convierte el dinero, la posesión, el lucro y el poder como fin de los hombres. Y como cualquiera que tengan un mínimun de visión, una mínima capacidad de análisis, la Iglesia tiene que denunciar lo que se ha llamado con razón «pecado estructural», es decir aquellas estructuras sociales, económicas, y políticas que marginan eficazmente a la mayoría de nuestro pueblo.
Cuando la Iglesia «oye el clamor de los oprimidos» no puede menos que denunciar las deformaciones sociales que causan y perpetúan la miseria de la que surge ese clamor.
Pero como la de Cristo, la denuncia de la Iglesia no se inspira en el odio, ni en el resentimiento, sino que busca la conversión de los corazones y la salvación de todos.
LA IGLESIA «ILUMINA LA CONSTRUCCIÓN DEL REINO DE DIOS»
«Como Jesús, cuando realizó su misión en el mundo y en una sociedad concreta, la Iglesia no solo anuncia un reino abstracto de Dios, sino que también tiene que promover aquellas soluciones que parezcan más apropiadas y justas para su realización. La Iglesia sabe que solucionar esos problemas es tarea sumamente difícil y compleja; sabe que no le toca a ella en último término dar las soluciones concretas; sabe además que en este mundo nunca será posible la realización total del reino de Dios. pero nada de eso la exime de la apremiante obligación de alentar y animar los mecanismos concretos que mejor parezcan ayudar a la parcial realización de ese reino.
«La Iglesia cree que el mundo está llamado a ser sometido a Jesucristo por una paulatina instauración del reino de Dios. Cree en el reino de Dios como progresivo cambio del mundo del pecado en un mundo de amor y de justicia, que comienza ya en este mundo y tiene su cumplimiento en la eternidad». (De 2ª. Carta Pastoral)
ACTUALIDAD DE LA FIESTA DE CRISTO REY
En este contexto, la Iglesia está plenamente dentro de la misión que le confió su fundador, cuando hoy y aquí, denuncia la violación de los derechos humanos, la presión estructural, la represión y la persecución religiosa, consecuencias todas de la aplicación de la doctrina de la seguridad nacional, que reproduce entre nosotros las circunstancias totalitarias de los tiempos en que fue instituida la fiesta de Cristo Rey. Creemos por lo tanto, muy oportuno tener conciencia clara de la importancia de celebrar con todo esplendor la fiesta de la realiza de Cristo para acelerar la instauración de su reino en nuestra patria.
El Arzobispo