Sí a la Paz
-MI HOMENAJE A «LA REINA» INOLVIDABLE-
El 21 de noviembre se celebrará en San Miguel la Fiesta de Nuestra Señora de la Paz, cuyo patronato proclamó el Papa Benedicto XV sobre aquella ciudad y Diócesis en 1921 y fue extendido por el actual Pontífice Pablo VI a todo el país en noviembre de 1966.
Durante 22 años tuvo el honor y la felicidad de ser su capellán y convivir con migueleños y peregrinos aquellos inolvidables noviembres de la virgen de la Paz. Pero cuando los designios de Providencia me han traído a ocupar otro puesto de servicio de la Iglesia, lejos de olvidar la inspiración y la ternura de «La Reina», siento que es ella la que empuña conmigo el timón de paz en mi espíritu y en nuestra Iglesia mientras vamos pasando por las más temibles tempestades.
Las nuevas circunstancias me han enseñado a ver en la Reina de la Paz la personificación del don más grande de la Redención y del anhelo más profundo de los hombres; hoy comprendo mejor que la devoción auténtica que los salvadoreños debemos profesar a nuestra Patrona debe consistir en convertirnos en artífices cada vez más eficaces de la paz de nuestro pueblo.
Porque la paz debe constituirse; no es algo que se recibe ya hecho. La paz es algo dinámico, no estático ni producto de la inercia. «La paz no es la mera ausencia de la guerra -dice el Concilio Vaticano II (G.S. 78)- ni se reduce al solo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama Obra de la justicia. Es el fruto del orden plantado en la sociedad humana por su divino Fundador, y que los hombres sedientos siempre de una más perfecta justicia, han de llevar a cabo».
«La paz es ante todo obra de la justicia, comenta Medellín para América Latina; supone y exige la instauración de un orden justo en el que los hombres puedan realizarse como hombres, en donde la dignidad sea respetada, sus legítimas aspiraciones satisfechas, su acceso a la verdad reconocido, su libertad personal garantizada…La paz es el resultado de un continuo esfuerzo de adaptación a las nuevas circunstancias a las exigencias y desafíos de una historia cambiante…la paz es el fruto del amor, expresión de una real fraternidad entre los hombres…el amor es el alma de la justicia…Por eso donde no se guardan estas tres características de la verdadera paz (justicia, esfuerzo, amor) donde se encuentran injustas desigualdades sociales, políticas, económicas y culturales, hay un rechazo del don de la paz del Señor; más aún, un rechazo del Señor mismo» (Medellín. Paz,14)
Mientras veo en el inspirado semblante de «La Reina» la majestuosa y serena belleza de esa paz que sus manos ofrecen en la ternura de su Niño-Cristo-Príncipe de la paz, pienso con tristeza en el rostro de mi Patria, tan horriblemente afeado por el antisigno de la paz: la violencia que es producto del pecado. Y creo firmemente que sería muy fácil embellecer el semblante de la Patria si todos los salvadoreños nos propusiéramos hacer nuestro el valiente lema de Pablo VI para la próxima Jornada de la Paz: «No a la violencia, si a la paz». Lema que vamos a comentar e nuestra Catedral con motivo de esa Jornada.
Pido, desde luego a la Reina de la Paz, que inspire a sus miles de devotos y peregrinos el anhelo de disfrutar como Ella la bienaventuranza de los que construyen la paz, porque «Ello serán llamados hijos de Dios».