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Nº. 4045 Pág. 2 Sugerencias para Navidad

Ha comenzado a circular, como un torrente sanguíneo en el cuerpo de la sociedad, el incomparable saludo de esta temporada: «Feliz Navidad!». Feliz Navidad…no debe ser sólo una expresión rutinaria que, por repetirla demasiado, ha perdido la riqueza de su originalidad y de su mensaje.

Feliz Navidad…¡brota del corazón como una inspiración profética para despertar en el mundo la esperanza y la posibilidad de la dicha y de la paz que todos anhelamos. Cuando, en medio de un mundo ensombrecido por tantas angustias, se oye y se dice ese luminoso grito de felicidad navideña, comprendemos, con optimismo sereno, que no todo está perdido; que, si Dios inspira en el corazón del hombre el ansia de desear y de que le deseen la felicidad, es porque ese mismo Dios es capaz de hacer brillar el sol de la dicha y disipar las sombras de todas las angustias que están torturando al mundo actual.

La lástima es que muchos expresan el clásico saludo navideño con un tono y un gesto de desaliento y de derrota, sin optimismo ni esperanza. Es una lástima porque así el anhelo se torna veleidad inconsistente, costumbre sin vida. Dudar del poder de Dios, y tener poca confianza en los hombres como si ya fuera imposible hacer retornar, entre Dios y los hombres la paz y la alegría que ha perdido el mundo, es privar de eficacia y audacia nuestros deseos y esfuerzos por esa paz.
Ojalá oyéramos entonces el saludable reproche de Jesús a Pedro cuando éste dudó del poder de Cristo: «¿Porqué han dudado, hombre de poca fe?»

Talves contribuiría a inyectar nueva conciencia y eficacia al gastado saludo navideño si lo libráramos de la rutina y del convencionalismo; es decir, si , en vez de ser tributarios de la costumbre y de la comercialización de la navidad, excitáramos en nosotros la originalidad cristiana del gran misterio de Dios hecho hombre y la creatividad de nuestra fe para acompañar nuestros augurios navideños de acciones y gestos que realmente produjeran felicidad y paz a nuestro alrededor.

Cuánta mayor sería la felicidad que diéramos y recibiéramos si, en vez de gastar en tarjetas y hacer regalos costosos o baratos a quienes no lo necesitan, orientáramos sabiamente esos gastos y dávidas a los verdaderamente necesitados. Y, mejor todavía, si, antes de promover fiestas, cenas y regalos de navidad entre trabajadores de las empresas y sectores pobres del pueblo, revisáramos a conciencia el cumplimiento de sectores pobres del pueblo, revisáramos a conciencia el cumplimiento de nuestros deberes de justicia cristiana para con toda esa gente, porque «no se debe dar como ayuda de caridad lo que ya se debe por razón de justicia»dice el Concilio Vaticano II (A.A., 8)

Estas acciones, inspiradas en la realidad de la vida y no en la mentira de las apariencias y conveniencias sociales, aunque sean pequeñas acciones y de cortos alcances, son las que, multiplicándose, contribuirían a traer la verdadera felicidad y paz que hemos perdido.
El Arzobispo

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