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Nº. 4050 Pág. 2 LA PALABRA DEL ARZOBISPO

«Piedad Popular»
El domingo recién pasado, día del Señor de Esquipulas, fui peregrino de los tres santuarios que nuestra Arquidiócesis ha consagrado a ese santo Crucifijo: Aguilares, Perulapía y Colón. Es verdaderamente sabroso explayar la piedad personal confundiéndose entre la multitud de romeros que acuden, desde tantos lugares del país, a expresar, entre plegarias, cantos y cirios encendidos, sus diferentes problemas individuales, familiares o sociales convertidos en oración.

Pero además de acudir a estas romerías como cristiano entre cristianos, yo estuve allí, sobre todo en mi calidad de pastor. Y desde mi responsabilidad pastoral estas visitas han significado para mí una rica experiencia y una gran esperanza.

Como experiencia pastoral, estas visitas a nuestros santuarios del Santo Cristo, me han llevado a compartir más a fondo el gran valor religioso de nuestro pueblo. El Papa Pablo VI ha expresado en su Exhortación «Evangelii Nuntiandi» n.40, esta experiencia vivida por tantos pastores que la narraron en el Sínodo de los Obispos en 1974 y a la que llama el Papa «Piedad Popular», «es decir- explica el mismo Papa- religión del pueblo, más bien que religiosidad».

«La religiosidad o piedad popular, hay que confesarlo, tiene ciertamente sus límites. Está expuesta frecuentemente a muchas deformaciones de la religión…Pero cuando está bien orientada, sobre todo mediante una pedagogía de Evangelización, contiene muchos valores. Refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer. Hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe. Comporta con hondo sentido de los atributos profundos de Dios: la paternidad, la providencia, la presencia amorosa y constante. engendra actitudes interiores que raramente pueden observarse en el mismo grado en quienes no poseen esa religiosidad: paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desapego, aceptación de los demás, devoción».

Por eso, quiero aprovechar esta inolvidable experiencia del domingo pasado para exhortar, con las mismas palabras del Papa, «a cuantos el Señor ha colocado como jefes de las comunidades eclesiales…a ser sensibles a esa piedad popular, a saber percibir sus dimensiones interiores y sus valores innegables, a estar dispuestos a ayudarla a superar sus riesgos de desviación. Porque bien orientada, esta religiosidad popular puede ser cada vez más, para nuestras masas populares, un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo».

Como experiencia pastoral, estas visitas a nuestros santuarios del Santo Cristo, me han llevado a compartir más a fondo el gran valor religioso de nuestro pueblo. El Papa Pablo VI ha expresado en su Exhortación «Evangelli Nuntiandi» n.40, esta experiencia vivida por tantos pastores que la narraron en el Sínodo de los Obispos en 1974 y a la que llama el Papa «piedad Popular», «es decir- explica el mismo Papa -religión del pueblo, más bien que religiosidad» «La religiosidad o piedad popular, hay que confesarlo, tiene ciertamente sus límites. Está expuesta frecuentemente a muchas deformaciones de la religión…Pero cuando está bien orientada, sobre todo mediante una pedagogía de Evangelización, contiene muchos valores. Refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer. Hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe. Comporta un hondo sentido de los atributos profundos de Dios: la paternidad, la providencia, la presencia amorosa y constante. Engendra actitudes interiores que raramente pueden observarse en el mismo grado en quienes no poseen esa religiosidad: paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desapego, aceptación de los demás, devoción».

Por eso, quiero aprovechar esta inolvidable experiencia del domingo pasado para exhortar, con las mismas palabras del Papa, «a cuantos el Señor ha colocado como jefes de las comunidades eclesiales… a ser sensibles a esa piedad popular, a saber percibir sus dimensiones interiores y sus valores innegables, a estar dispuestos a ayudarla a superar sus riesgos de desviación. Porque bien orientada, esta religiosidad popular puede ser cada vez más, para nuestras masas populares, un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo».

Y digo también que mi visita a aquellos santuarios fue para mí una inspiración de esperanza, porque un pueblo que reza esta tocando la única fuerza que puede dar eficacia a sus justos anhelos de verdadera liberación y felicidad.
El Arzobispo

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