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Nº. 4054 Pág. 2 LA PALABRA DEL ARZOBISPO

Agradecimiento y Mensaje
Aunque ya lo expresé en el inolvidables acto de la Catedral, el martes de esta semana, siento que es un deber consignar por escrito, principalmente para quienes no me oyeron y hoy pueden leerlo aquí, mi agradecimiento más cordial por sus nobles sentimientos de solidaridad y felicitación que me expresaron, de diversas formas, con motivo del homenaje de la Universidad de Georgetown.

Por otra parte, me parece que no es del todo exacta para esta ocasión, una palabra que sólo fuera expresión de agradecimiento, porque, al recibir el título de «Doctor, honoris causa en humanidades», no me he sentido separado sino formando una sola comunión de afecto e ideales con todos los que sienten esa solidaridad conmigo; y en ese caso el homenaje ha sido no sólo para mí, sino para todos los que sienten muy íntimamente propia la causa de los derechos humanos. Georgetown no ha condecorado sólo un hombre sino que, con su generoso gesto, ha aplaudido y estimulado una causa que se encarna en muchos salvadoreños de nobles sentimientos.

Más que un agradecimiento pues, mi palabra agradecida es un nudo que quiere estrechar más una solidaridad y es un llamamiento, en nombre de la causa humana, a comprometer más nuestras vidas con Cristo y con su Iglesia para seguir sirviendo a nuestro pueblo en su legítimo anhelo de liberación y promoción humana y cristiana.

Así siento también que, al cumplirse el próximo 22 de Febrero el primer aniversario de mi servicio jerárquico a la Arquidiócesis, mi saludo a mis amigos y también a los que gratuitamente no me quieren, es una confirmación de mi buena voluntad de entrega y servicio al Evangelio y al Pueblo de Dios. Tengo la conciencia tranquila de que, durante este año de Pastor de la Arquidiócesis, sólo he tratado de ser fiel a la inspiración del Evangelio, han tenido que ser acalladas para dar lugar únicamente a la voz del Espíritu que hace evolucionar al hombre como a instrumentos humilde de su verdad, de su justicia y de su amor.

Al comenzar pues, el próximo 22 de febrero, un nuevo año de servicio jerárquico al Pueblo de Dios, respaldado humanamente por el significativo reconocimiento académico de una prestigiosa Universidad, sólo pido a ese Pueblo de Dios, que su solidaridad, expresada en estas dos ocasiones y que mucho agradezco, se alimente de un fiel seguimiento del Evangelio del Señor para que sea perseverante y creciente.

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