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Nº. 4059 Pág. 2 LA PALABRA DEL ARZOBISPO

Una Buena Semana Santa
La Semana Santa de nuestra Arquidiócesis ha sido un verdadero signo de la vida y de la misión de la Iglesia en el mundo. Su símbolo más bello y significativo me pareció el «Cirio Pascual»: aquella candela grande, encendida en el fuego nuevo de la Resurrección de Cristo, y que se abre paso entre la multitud para sacarla de las tinieblas y promoverla a la justicia, al amor, a la esperanza y a la alegría del Resucitado.
Para esto hemos celebrado nuestra Semana Santa, no tanto para mantener pintorescas tradiciones populares sino para hacer comunidades cristianas que en medio de nuestros pueblos y cantones sean verdadera luz de los hombres en su búsqueda de auténtica liberación y encuentro con Dios.

Y, gracias a Dios, esa ha sido la mentalidad que ha prevalecido en las diversas parroquias, poblaciones, cantones y caseríos donde los cristianos se han reunidos para actualizar, bajo las orientaciones de la Palabra de Dios y de los signos litúrgicos de la Iglesia, la muerte y la resurrección de nuestro Divino Redentor. Vaya mi más cálida felicitación a los sacerdotes, religiosas y laicos que han presidido y orientado a las diversas comunidades cristiana en la vivencia actualizada del «misterio de cristo» que salva al mundo.

Cómo necesitamos hoy esa vivencia de fe que haga de nuestras comunidades eclesiales verdaderos «Cirios de Pascua», es decir comunidades que hagan de su fe, de su esperanza y del amor cristiano que las conglutina con Dios entre si, verdaderas antorchas que descubran a nuestra Patria los verdaderos caminos de su dignidad, su paz y de su verdadero progreso. Porque esta misma Semana Santa está demostrando con sus desgracias humanas, con sus hechos de sangre y de violencia, con la tergiversación malintencionada de la noticia, con sus orgías y falsas alegrías…cuán perdidos y lejos del camino verdadero están muchos de nuestros hermanos.

Urge pues, encender más y más el Cirio Pascual de nuestra Iglesia. Urge el testimonio de fe y de santidad de nuestros cristianos y comunidades para que «haciendo Iglesia» hagamos de ella lo que de ella quiere el Señor: un instrumentos vivo de su redención que lleve a los hombres a la verdad y la vida nueva que él inauguró en este mundo.

Oscar A. Romero,
Arzobispo

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