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Nº. 4062 Pág. 2 LA PALABRA DEL ARZOBISPO

Que quede bien claro
Agradezco las felicitaciones que he recibido con motivo de ciertas aclaraciones que creí necesario hacer en mi Homilía del domingo recién pasado (16 de abril). El bondadoso comentario ha venido acompañado de la sugerencia oportuna que da origen a este articulito semanal: se me sugirió que consignara por escrito las aclaraciones que a continuación voy a ofrecer como agradecimiento a esos amigos y, sobre todo, para cumplir una vez más este difícil deber de decir la verdad aún con la seguridad de que siempre habrá quienes prefieren la mentira y la interesada siembra de la confusión.

Creo que fueron tres temas los que quise clasificar el domingo: la diferencia entre la Iglesia y el «Bloque Popular Revolucionario», el verdadero objetivo concientizador de los colegios católicos, y el verdadero sentido de la promoción de los pobres. Hoy transcribiré sólo el primer tema.

Ha habido -dije en mi Homilía -una tendencia, diríamos satánica, de querer hacer depender de la Iglesia todas las actividades que se han llevado a cabo por parte del «Bloque». Que conste una vez más -ya que lo he dicho tantas veces- que si la Iglesia tiene perspectivas de justicia social y de caridad y no está conforme con la actual «orden» de injusticia que impera en el país, eso no quiere decir que la iglesia se identifique con todos aquellos que quieren también el mismo cambio.

La perspectiva de la Iglesia es plenamente evangélica. Es el Evangelio el que inspira su acogida y su apoyo al campesino que no tiene donde pasar la noche y que tiene hambre. Es inspiración de su evangelio la que impulsa a la Iglesia cuando aboga por las reivindicaciones de la justicia; pero no significa eso identificación con otras organizaciones…porque la Iglesia no puede identificarse con ningún partido político, ni con ninguna organización de carácter político, social o cooperativista. La Iglesia no tiene sistemas, ni tiene métodos. La Iglesia sólo tiene y ofrece una inspiración cristiana para que los hombres la realicen bajo su responsabilidad en opciones concretas. La Iglesia sólo procede obligada por un mandato de justicia, de verdad y de amor que la urge a denunciar el pecado contra el amor, la verdad y la justicia; y acompañar, como el «Buen Samaritano», a quienes sufren, víctimas de la injusticia, de la mentira y del desamor; y ayudar también, sin perder sus perspectivas evangélicas, a las reivindicaciones justas del pueblo.

Allí sí está la Iglesia. Pero sin identificarse con el «Bloque» ni con sistema, ni método, ni partido, ni organización alguna. Porque desde esa autonomía sincera ella tiene el deber de denunciar, con libertad evangélica, el pecado de cualquier sistema u organización.

Por eso puede clamar, hoy, aquí en El Salvador, que uno de los crímenes más espantosos de nuestro sistema social, político y económico es haber logrado aprovecharse de la misma hambre del pueblo para enfrentar campesinos contra campesinos. Porque campesinos son muchos del «Bloque» y de «Orden» y del ejército. Campesinos que para no morirse de hambre: o aprovechan los privilegios que les ofrece su condición colaboracionista o se organizan para salir de su opresión.

La Iglesia no puede estar con ningún sistema pero llama a todos para que renovando sinceramente sus sentimientos malos por un hombre nuevo, dialoguen y contribuyan para transformar en una sociedad más humana a nuestro querido y bello país.

Oscar A. Romero

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