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Nº. 4063 Pág. 2 MONSEÑOR ROMERO COMENTA

María, la oración y el trabajo
Mayor, a pesar del trágico marco de nuestros, días, nos ofrece desde su mismo pórtico con las primeras flores de las primeras lluvias, tres egregios signos de esperanza cristiana: LA VIRGEN MARÍA, EL DÍA DEL TRABAJO Y SAN JOSÉ OBRERO.
Mi palabra de pastor de una Iglesia que florece enmedio del dolor y de la persecución quiere interpretar esos tres valores de Mayo como un llamamiento a la oración, a la concordia en la justicia y a la dignificación del trabajador.

«El mes de la Virgen» es el nombre que la piedad nuestro pueblo ha dado al mes de Mayor y, aunque un poderoso movimiento de secularización, hace olvidar a muchos la inspiración piadosa que llenaba templos, ermitas y altares de la Virgen ante la invitación del «venir y vamos todos con flores a porfía, con flores a María que madre nuestra es»…sin embargo María sigue siendo una necesidad para mundo. Aún en un mundo desacralizado que nos invita a madurar nuestra piedad con motivaciones más realistas, el corazón del hombres sigue siendo corazón de hijo y anda inquieto mientras nos sienta la ternura de una madre que lo eleva hasta Dios.

«El mes de la Virgen»…no le cambiemos el nombre a Mayo y hagamos de este mes una oportunidad para volvernos más hermanos, y más cristianos…volvámonos niños (quién no se siente niño junto a su madre y quién olvida que si no nos hacemos como niños no entraremos en el reino de los cielos?») Y como niños sintamos la fragilidad de un mundo cada día más frío y duro porque le falta oración y con María oremos mucho en este mes de Mayo, porque sin oración, es decir sin Dios, nada podemos hacer.

Pero nuestra oración que todo lo espera de Dios no debe ser alienante sino que debe comprometernos con nuestro trabajo. Una esperanza en Dios que no se complementa con el esfuerzo humano no es la esperanza ni la oración que Dios quiere. Un conformismo estéril, un subdesarrollo y una miseria humana que no se esfuerza en el trabajo y la superación es también una situación de pecado tan culpable del malestar social como el poder y la riqueza que quieren tener adormecida la conciencia del pueblo manipularla en su propia ventaja.
El Día del Trabajo, 1º de mayo, no debe ser un desahogo de odio o resentimiento social, no debe ser un grito de la lucha de clases. El día del trabajo debe invitarnos a reflexionar en la búsqueda sincera de una concordia sobre bases de justicia y de amor que regulen las relaciones laborales. Porque los dos elementos: el obrero y el patronal, el trabajo y el capital deben conjugarse con justicia y amor si queremos tener una paz verdadera que sea sinónimo de verdadero progreso y felicidad. Una estructura y una legislación laboral que se parcialicen injustamente hacia el capital al que se le conceden todos los privilegios y priva de sus derechos más elementales a los obreros como es, por ejemplo, el derecho a la asociación, o el derecho a de la huelga justa, se convierten en sistemas represivos que amenazan continuamente la paz.

Pío XII tuvo la genial idea de colocar la fiesta de San José Obrero en el propia Día del Trabajo, el 1º. de Mayo. Y alienados al lado de aquel obrero de Nazaret, la Iglesia puede presentar a los obreros y a los patronos del mundo no sólo una doctrina de ricas iniciativas cristianas sino la rica experiencia de los hombres, obreros o patronos, que han encarnado en su propia dignidad y felicidad la enseñanza laboral del Evangelio.

Oscar A. Romero

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