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Nº. 4086 Pág. 2 MONSEÑOR ROMERO COMENTA

Octubre, Mes de Las Misiones y del Nuevo Papa
En los últimos tres meses, la muerte de dos Papas y la elección de sus dos sucesores han subrayado la maravillosa unidad y universalidad de la Iglesia.

Cardenales que representan los diversos continentes y razas del mundo se reúnen este Sábado 14 de Octubre para elegir entre ellos a uno que no necesariamente debe ser un italiano y que, aunque por razones prácticas, sea un italiano, asumirá una responsabilidad eclesial, amplia como el mundo entero. El Papa es la máxima expresión de la unidad en la universalidad de la Iglesia; él tiene jurisdicción pastoral directa e inmediata en todas las zonas de la Iglesia universal; sólo el que esté en comunión con él es verdadero católico; y quien rompe con su comunión se autoexcomunga de la Iglesia.

Pero lo que quiero motivar con esta consideración sugerida por los actuales acontecimientos pontificios, es el carácter misionero de la Iglesia. Quiero invitar a mis amables lectores, sobre todo si son católicos, a celebrar con el espíritu de Cristo y de su Iglesia, el próximo «Día Universal de las Misiones» que tendrá lugar, este año, el domingo 22 de Octubre.

Lo que se celebra el «Día de las Misiones» es el carácter universal de la Iglesia: «Id y predicar el Evangelio a todo el mundo» es el mandato de Cristo que rubricó el carácter universalista de su Iglesia. No fue una consigna reducida a la Jerarquía; fue un dinamismo impreso a todo el cuerpo de la Iglesia. Es toda la Iglesia -con el Papa y los Obispos a la cabeza, pero también con todos los sacerdotes y religiosos y religiosas y laicos que integran su cuerpo- es toda la Iglesia la que debe vivir como naturaleza el dinamismo misionero.

En Resumen: La Iglesia o es misionera o no es Iglesia
Naturalmente que esto no quiere decir que todos los católicos deben dejar su patria para irse a tierras de misiones. No todos tienen vocación para misioneros, pero quiere decir que todos los católicos debemos vibrar con la preocupación misionera; y sintiendo como propio el problema misionero, todos los católicos deben aportar la colaboración de sus oraciones, de su apoyo moral y también económico a la gran aventura que Cristo confió a nuestra Iglesia: la de evangelizar a todos los pueblos.

El espectáculo inigualable de un Colegio Cardenalicio cosmopolita, reunido en la Capital del Catolicismo para erigir un nuevo signo de la unidad eclesial universal, se convierte también en un espléndido mensaje de la Iglesia misionera. Representantes de todos los continentes, unidos en la preocupación de un nuevo Papa, son la figura de los pueblos que, misionados por la Iglesia, se convierten al mismo tiempo en signo e instrumento de la Iglesia, misionera del mundo.

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