La Fidelidad hace siempre actual al Sacerdote
Seis sacerdotes muy amigos cumplieron esta semana el 25 aniversario de su ordenación sacerdotal: Los Padres Cristóbal Cortés, Roberto Amilcar Torruella, Sergio Moreno, Pablo Castillo, Carlos Amaya y Fernando Echeverría. Otro amigo inolvidable Monseñor Jorge Castro Peña de la misma promoción ya recoge en la alegría del cielo la corona de su fidelidad sacerdotal hasta la muerte. Otros seis, también amigos muy estimados, habrán vivido sin duda el mismo recuerdo sirviendo a Dios por otros caminos.
Fue aquella de 1953 una fecunda cosecha de San José de la Montaña que debe estimular la fecunda vida actual del mismo seminario dedicado hoy como hace veinticinco años a la forja de obreros eficientes para la «viña del Señor».
Las circunstancias han cambiado notablemente de entonces acá. Un Concilio ecuménico se encargo de avisar a la conciencia de la Iglesia el deber de esas transformaciones audaces que el Evangelio y el servicio al mundo le exigía. Los formadores de sacerdotes saben bien que la juventud que hoy llena los seminarios debe ser comprendida y formada con la mentalidad nueva, manteniendo sin embargo una fidelidad inmutable al inmutable depósito de la tradición y de la misión inalterable de la Iglesia.
Y así también quienes fueron promovidos en épocas pasadas sienten el deber de adaptar lo eterno e inmutable de su sacerdocio a las exigencias de las formas nuevas de servicio que la perenne juventud de la Iglesia les ordena. Quien se anquilosa en las formas viejas traiciona la fidelidad de su propio sacerdocio. Quien se renueva con las renovaciones de la Iglesia es siempre sacerdote fiel y su fidelidad lo hace ser siempre sacerdote actual.
El atractivo irresistible que le mundo entero ha sentido por esos sacerdotes maravillosos que han ocupado la sede de Pedro es la demostración palpable que la eterna juventud del sacerdote aún cuando por edad parecen hombres viejos. El secreto de su actualidad fue su esfuerzo por servir a la Iglesia poniéndola a la altura de su tiempo y así resulta que para cada tiempo Dios ha dado su Iglesia un sacerdote cuya larga experiencia de años no los ha anquilosado sino que los ha preparado en una pastoral siempre actual para ser el Pastor preciso para la hora de su supremo ministerio.
Octogenarios como Juan XXIII y Pablo VI dejaron un soplo de primavera sobre la Iglesia actual. Casi desconocidos para todo el mundo los dos últimos Papas y con sólo su aparición congeniaron con la juventud y se ganaron el corazón de los pueblos. «Ustedes son la esperanza de la Iglesia…son mi esperanza»; dijo a los jóvenes sintíendose joven él mismo, Juan Pablo II el domingo recién pasado.
Este es también mi cordial felicitación y augurio de pastor y hermano a los queridos sacerdotes del jubileo de plata y a todos mis hermanos sacerdotes: ¡felicidades! y que una exquisita fidelidad a Cristo y a la Iglesia sea el secreto eficaz para ser siempre sacerdotes actuales.