Les ofrezco un nuevo Documento Pastoral
Cuando un hombre acoge con sinceridad la «Buena Nueva» o sea el Evangelio, se reúne con otros que también quieren seguir con sinceridad el espíritu del Evangelio para formar una comunidad que busca y trabaja por construir y vivir el «Reino» anunciado por Jesús. Esos hombres y mujeres, que por ello se llaman cristianos, constituyen una comunidad que alimenta el Evangelio -se evangeliza- y a la vez siente el deber de anunciar a otros el tesoro encontrado -evangeliza-.
Pero surge la necesidad de expresar mediante signos sensibles esa solidaridad evangélica con Jesucristo y entre sí. A esta necesidad corresponde el concepto y la realidad de los Sacramentos. Así se define un sacramento: «un signo visible que expresa y contiene una realidad invisible».
La misma Iglesia fue llamada por el Concilio Vaticano II (L.G. 1,9,48) «Sacramento visible de salvación», porque el seguidor del Evangelio debe incorporarse a esa seriedad visible fundada por Cristo para exteriorizar su seguimiento evangélico. «Pero a su vez, la entrada en la comunidad eclesial se expresará a través de muchos otros signos que prolongan y despliegan el signo de la Iglesia…Aquel que acoge el Evangelio lo traduce normalmente en estos gestos sacramentales: adhesión a la Iglesia, acogida de los sacramentos que manifiestan y sostienen esta adhesión, por la gracia que confieren» (Exhortación «Evangelii Nuntiandi» de Pablo VI, n.23)
Véase pues, cuántas realidad evangélica y teológicas se encuentran detrás de cada sacramento. La teología actual va profundizando cada vez más en esa riqueza sacramental y va deduciendo las grandes responsabilidades que debemos tener en cuenta los que administramos y los que recibimos un sacramento.
Contrasta con esta teología de los Sacramentos la ligereza que llega al abuso con que sacerdotes y fieles hemos procedido en las celebraciones de bautismo, confirmaciones, misas, primeras comuniones y matrimonios…Cuántas veces se han convertido estos actos en meros acontecimientos sociales, culturales, folclóricos y hasta comerciales. Cómo ha quedado sepultado bajo hojarascas de vanidades la rica y comprometedora teología del Sacramento.
Gracias a Dios que en la renovación actual de la Iglesia, se está trabajando por volver a su verdadero sitial de honor los Sacramentos profanos. Algunos no lo quieren comprender y niegan su esfuerzo colaborador. Pero quienes lo van entendiendo, agradecen que se les ayuda a descubrir y vivir esos maravillosos dones del Señor.
A eso van las instrucciones presacramentales que hoy se imparten por deber pastoral en todas las parroquias.
A esos va la «Instrucción pastoral sobre los Sacramentos» que publiqué el domingo recién pasado y que aparecerá la próxima semana en «Orientación». Ruego a todos los que colaboran en la Pastoral de la Arquidiócesis y a todos los fieles y comunidades estudiar con ocasión de esa «instrucción» recordar y vivir la doctrina y la disciplina de la Iglesia acerca de los Sacramentos.