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Nº. 4095 Pág. 2 MONSEÑOR ROMERO COMENTA

Salvemos nuestra Navidad

Acerca de la celebración de la Navidad, muchos cristianos están haciendo hoy precisamente lo contrario de lo que hicieron los cristianos de ayer. El cristianismo antiguo logró, con la celebración de la Navidad, cristianizar la fiesta pagana del sol. En cambio el neopaganismo de los cristianos de hoy está logrando paganizar la Navidad cristiana.

Jesús nació precisamente el 25 de Diciembre. La liturgia cristiana señaló esa fecha para darle un sentido cristiano a la fiesta romana del «Sol invicto»; los paganos de aquel imperio celebraban como el nacimiento del sol en la noche más larga del año. Aquella medianoche era considerada como el punto de partida de la marcha del sol que comenzaba a dominar las tinieblas. Resultó fácil a los cristianos cambiar el sol por Jesucristo y hacer coincidir litúrgicamente el nacimiento de Cristo «sol de justicia» con la celebración pagana del nacimiento del sol. Los siglos siguientes han comprobado el acierto genial de la Iglesia, pues poco a poco el sentido de la Navidad cristiana fue echando al olvido la alegre celebración pagana e impregnando al mundo entero con la alegría del nacimiento del Redentor. Hoy hasta los incrédulos sienten que algo divino se insertó en la historia durante esa noche incomparable. Todos los hombres sentimos que el niño que nace en esa noche es un niño de la familia…y que la claridad de la gloria de Dios que cantan los ángeles hace de esta noche el día más bello en que Dios mismo nos ofrece su paz y nos invita a ser hombres de buena voluntad.

Lástima que toda esa inspiración cristiana con que nuestra liturgia bautizó una festividad pagana haya sido traicionada por muchos cristianos que hoy entregan al paganismo aquella victoria espiritual. Porque no es otra cosa que una cobarde capitulación de los cristianos el hacer prevalecer sobre el sentido evangélico la Navidad los valores del comercio y de las alegrías mundanas.

Un retorno a la espiritualidad de la auténtica Navidad cristiana es un noble gesto de solidaridad con las conquistas espirituales del cristianismo en el mundo. Una celebración del nacimiento de Cristo con sentido de adoración, amor y gratitud para con aquel Dios que nos amó hasta la locura de darnos a su propio Hijo…es disponer la vida para que la ilumine, como un sol, la paz que sólo Dios puede dar.

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