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Número 30830 – Pág. 1 – SENTIDO CRÍTICO Y CONTESTACIÓN

Por Monseñor Oscar A. Romero
El diccionario de la Real Academia, define la crítica, como el arte de juzgar la bondad, verdad y belleza de las cosas.
Para el cristiano, el sentido crítico, no solo es un arte, sino la necesidad de su propia tensión que tiene por meta y motor nada menos que la perfección y la voluntad de Dios. Por eso ninguna crítica ha podido expresar un inconformismo tan radical como el de San Pablo: «no os conforméis a este siglo, sino transformaos por la renovación de la mente para que procuréis conocer cual es la voluntad de Dios, buena, grata y perfecta». (Rom. 12,).
Por todo eso la Iglesia se alegra y da la bienvenida con entusiasmo, a las modernas ciencia de la educación, que destacan el sentido crítico como elemento de primer importancia, para definir la madurez de la persona humana e insisten en formarlo en jóvenes y adultos para promover el desarrollo de su personalidad. La misma educación religiosa promueve este sentido crítico para lograr unos cristianos adultos en su fe y totalmente responsables en la vida social. Y de seguro, que ninguna institución humana ha escrito páginas de autocrítica tan severas y sinceras como la Iglesia, en el Concilio Vaticano II, cuando se proclama en su misteriosa dualidad divino-humana, «santa y siempre necesitada de purificación» o cuando, al sentir su tremenda tensión escatológica, reconoce, «que todavía no ha llegado a su perfección».
No pueden pues, extrañar a la Iglesia, las críticas que se le hacen, pero con tal que se le hagan con la noble finalidad de buscar su perfección, o como dice San Pedro: «procurando conocer, cuál es la voluntad de Dios, buena, grata y perfecta».
Estas críticas leales y santas se agradecen y construyen; son críticas honestas, exponentes de la madurez humana, inspirada en un juicio objetivo y noble, que saben analizar todos los aspectos, negativos y positivos, y tienen en cuenta todos los valores de los hechos y situaciones.
El sentido crítico, tiene por tanto una ética que la demagogia, el prejuicio, la pasión, desconocen y conculcan.

Hay críticas que destruyen, como la de aquel sacerdote que confesó que tenía la consigna marxistas de «quebrar la Iglesia desde dentro». Entonces, no inspira la crítica un auténtico sentido crítico ni mucho menos la fe ni la caridad; estas dos virtudes que son elementos indispensables cuando sentido crítico lo ejercen los propios hijos a su propia madre Iglesia. Nadie critica sin amor a su madre, a menos de ser un degenerado.
«Desgraciadamente -lamentaba el Papa- el sentido de la Iglesia parece estar en decadencia en muchos que, incluso perteneciendo a la Iglesia adoptar la actitud de reformadores; tienen el gusto de la contestación, de la difamación, de la emancipación, del concepto arbitrario y frecuentemente su desintegración y demolición» (25 de abril de 1970).
Como se ve están muy cerca estad dos solicitudes: sentido crítico y contestación. Cuidado con manejar las armas cuando no se conocen.

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