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Número 30852 – Págs. 1 y 6 – MARÍA Y LA DIGNIFICACIÓN HUMANA

Por Monseñor Oscar A. Romero
El 25 de marzo -fiesta de la Encarnación -el Papa -en la Basílica de San Pedro, rindió un homenaje personal a «la incomparable imagen de «la Pietá» de Miguel Angel, felizmente restaurada».
Al aludir al «insensato ultraje» y la restauración hecha con «delicadeza expertísima» de que ha sido objeto la célebre escultura de la Virgen. Su Santidad hizo este oportuno resumen de la mariología moderna: «así deseamos que sea restaurada en los espíritus de los hombres de nuestra época, la figura ideal de María, obra maestra de la gracia, porque es la Madre Inmaculada de Cristo, según la carne y por ello, Madre de la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo. Ninguna figura más elevada y más inspiradora puede invitarnos a reparar nuestra dignidad humana, a reconstruir en nosotros la ciencia y el valor del bien, a consolar nuestros dolores y a reavivar en nosotros, la verdadera esperanza de la salvación, a convencernos de que en Cristo, muerto por nosotros, podemos encontrar la vida que no muere».

Evocamos esta autorizada exaltación, de la Madre de Cristo y de su trascendental papel en la obra de la restauración de los hombres, porque difícilmente hubiéramos encontrado una motivación más apropiada que llevar a nuestros amables lectores, en el inicio de este «Mes de las Flores y de la Madre», consagrado, por un sentimiento innato y filial del pueblo, a festejar a María, «obra maestra de la gracia y Madre de la Iglesia».
Es fácil criticar de sentimentalismo y folklore, las devociones marianas de nuestra gente; y no negamos el peligro de esos escollos de la verdadera piedad. Sin embargo, hay un profundo substrato de teología y de pedagogía tras esas «Flores de Mayo»; y es deber de los «pastores del pueblo», en vez de «apagar la mecha, que aún humea», iluminar, con oportunas orientaciones, aquella verdadera devoción «cristocéntrica y eclesiológica» que el mismo Papa Pablo VI recomendaba a los salvadoreños, cuando en 1966, proclamó el Patronato Nacional de Nuestra Señora de la Paz.
Mayo, es una oportunidad magnífica, para corregir precisamente las deficiencias y exageraciones del sentimentalismo, la ignorancia o el fanatismo, con que pudo haberse practicado una devoción que bien entendida y vivida, lleva a la meta que hoy, por «líneas» tan diversas, ansían los pastores de la Iglesia: la conciencia de la dignidad humana.
«Ninguna figura más elevada y más inspiradora que María, puede invitarnos a reparar nuestra dignidad humana; a reconstruir en nosotros, la ciencia y el valor del bien, a encontrar, en Cristo, la vida que no muere».

Otras líneas pastorales, sociológicas, antropológicas, etc., que prescindan o no del debido puesto de honor, a la ternura cristiana, para con la Madre de Cristo, jamás tendrán la eficacia, la seguridad que ofrece este camino, sencillo como todas las cosas verdaderamente grandes que el mismo Dios utilizó para encontrarse con los hombres y restaurar su dignidad y su libertad.
Cultivar pues, esta fe Mariana del pueblo, aprovechando los providenciales cauces de nuestras bonitas tradiciones populares, como el «Mes de la Virgen», es colaborar eficientemente en la evangelización y dignificación de nuestro pueblo.

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