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Número 30853 – Pág. 1 – AÑO SANTO, OPORTUNA TERAPIA

Por Monseñor Oscar A. Romero
Obispo Auxiliar de San Salvador
El Papa acaba de anunciar el Año Santo de 1975. El Año Santo es una tradición medieval, que inició el Papa Bonifacio VIII, el año 1300 para ser celebrado, al principio de cada siglo; pero Pablo II, cercó su celebración a cada 25 años para que todas las generaciones humanas pudieran disfrutarlo.
No ha sido la presión de una tradición medieval, la que determinado a Pablo VI, el Papa de los tiempos nuevos, a proclamar el próximo jubileo de 1975. Más biem, ha sido él mismo, quien ha cuestionado «si una tradición de esa clase merece ser sostenida en nuestro tiempo, tan distinto del pasado y tan condicionado por el interés práctico de gran parte del mundo moderno, hacia las expresiones rituales de otros tiempos». Y no obstante esa observación, precisamente un análisis de los tiempos modernos, ha llevado al Papa al convencimiento de que la celebración de un Año Santo en nuestra época, «corresponde muy bien» a la coherente espiritualidad del Concilio y puede contribuir además, al esfuerzo incansable y amoros que dedica la Iglesia a las necesidades morales de nuestraépoca, a la interpretación de sus profundas aspiraciones y también a la honesta condescendencia para ciertas formas de sus exoresiones exteriores preferidas».

En efecto, los hombres de hoy, como los del Primer Año Santo medieval, o como los del Bíblico «Jobel» (jubileo) que lo inspiró (Lev. 25, 8ss), necesitan estos «tiempos fuertes» que propiecien su renovación personal y la renovación social.
Porque a eso va sobre todo el Año Santo, a provocar con la potencia de la pedagogía mundial de la Iglesia, «la renovación interior del hombre; del hombre que piensa y que pensando ha perdido la certidumbre de la verdad; del hombre que trabaja y trabajando se ha dado cuenta de haberse extrovertido en tal grado que no realiza ya suficientemente su coloquio personal consigomismo; del hombre que goza y se divierte disfrutando tanto de los medios excitantes de una gozosa experiencia propia que se siente enseguida aburrido y desilusionado de ella. Es necesario rehacer al hombre desde dentro. Hacia esa renovación personal interior y consiguientemente, también exterior, bajo ciertos aspectos, tiende precisamente el Año Santo, esta terapia fácil y extraordinaria a la vez que debería acarrear el bienestar espiritual a todas las conciencias y, en cierta medida, a la mentalidad social».
Desde el punto de vista eclesial, el Año Santo 1975 nos ofrecerá la visión nueva de la iglesia posconciliar. Se invertirá un tanto la vieja herencia medieval, para anticipar primero la gracia del Jubilero a todas las Diócesis del Mundo, para luego convergir hacia Roma. «Con lo cual todos podrán comprender cómo las iglesias locales, en torno de los Obispos y en comunión con el primado del Papa, son los miembtros vivos de la única y universal Iglesia de Cristo».
Desde el próximo 10 de junio, fiesta de Pentecostés, quedará iniciado en todo el mundo, este movimiento de renovación espiritual. Toca a las Conferencias Episcopales acomodar a la índole de cada país la celebración, de este trascendental evento. Pero, desde luego, toca a cada hombre disponerse cordialmente a recibir los saludables efectos de esta maravillosa terapia.

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