PERO CRISTIANA Y SIN DEMAGOGIA
Por Monseñor Oscar A. Romero
Estamos de acuerdo con la necesidad de hacer profundos cambios en nuestros sistemas educativos, pero no estamos de acuerdo con la demagogia con que ciertos «pedagogos» de una falsa «educación liberadora» están empujando esos cambios, sin importarles el bien ganado prestigio de su colegio, ni -lo que es peor -la caridad ni el respecto para los viejos maestros tan recordados y queridos que hicieron honor a sus aulas de su tiempo.
Nuestra programática adhesión a la Jerarquía, nos impulsa a aceptar con gusto, el análisis certero que nuestros Obispos hicieron, en la II Conferencia Episcopal Latinoamericana de 1963, cuando señalaron las evidentes deficiencias de la educación impartida en nuestro continente: demasiado abstracta y formalista…más preocupada por transmitir conocimientos que por crear un espíritu crítico…más orientada al mandamiento de estructuras sociales y económicas imperantes que a su transformación…más cuidadosa de la uniformidad, que del cultivo del rico pluralismo humano de nuestros pueblos…más pasiva que descubridora del propio ser pletórico de originalidad…más propensa a sostener una economía basada en la ansia de «tener más» que en el noble gozo de «ser más» por el servicio y el amor.
También admiramos y aplaudimos el noble esfuerzo de la pedagogía latinoamericana por hacer realidad el anhelo de aquella histórica asamblea episcopal, acerca de procurar para nuestra juventud y para nuestros pueblos una «educación liberadora, capaz de liberar a nuestros hombres de la servidumbres culturales, sociales, económicas, y políticas que se oponen a nuestro desarrollo» (Conclusiones. Educación nn.4 y 7)
De acuerdo. Pero con tal que se precise, con la indispensable profundidad, todo alcance de esa liberación y que, por lo tanto, no se este aprovechando la innata generosidad e inquietud de nuestros jóvenes para echarlos por derroteros de demagogia y de marxismo. (Y no mencionamos esta palabra por fácil espíritu asustadizo; es que los mismo panfletos y literatura, de conocido origen rojo, difundidos en cierto colegio, nos la inspiran). Pues entendemos que la verdadera liberación de la verdadera educación liberadora no se queda con peligrosa ambigüedad solo en la superficie de los considerandos sociopolíticos, sino que desciende hasta el fondo de la libertad que nos ha alcanzado el Redentor de los hombres, la que nos libera de aquella esclavitud cuya raíz es el pecado, que nos da la verdadera libertad que se lleva a cabo por la conversión personal de los corazones, y con la fuerza imprescindible de la gracia de Dios.
Porque no debemos olvidar -ya que los falsos profetas son muy propensos a la mutilación o acomodación de los documentos- que en el mismo párrafo del documento que acabamos así, no perdemos de vista la dimensión sobrenatural que se inscribe en el mismo desarrollo, el cual condiciona la plenitud de la vida cristiana»:
Son precisamente esa «dimensión sobrenatural» y esa «plenitud de la vida cristiana», las que han perdido de vista muchos caminantes de la «línea liberadora», ofuscados por el fácil espejismo de una demagogia politizante. Pero en este caso, que honradamente deje de llamarse cristianos, porque está quebrando por dentro a la Iglesia.