Por Monseñor Oscar A. Romero
Obispo Auxiliar de San Salvador
La más profunda revolución social, es una reforma interior, en serio, sobre natural, de los cristianos.
Se preguntó acerca del mesianismo de Cristo, al Decano de Teología y Profesor de Biblia de la Universidad de Navarra, ¿Qué significa redención y liberación para un cristiano? Y la respuesta nos ha parecido de sumo interés para nuestros lectores, que muchas veces habrán oído el concepto de «liberación» con un marcado acento «temporalista», con el que la noción de pecado casi se diluye en esfumaturas de «estructuras de opresión» (políticas, económicas, sociales…)
La sencilla explicación del nombre de Jesús, que el ángel dio en sus dudas, a San José, ofrece la pauta segura a una interpretación de la liberación cristiana: «Le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». (Mateo 1,21).
«La liberación de Jesucristo, es pues, religiosa-comenta el profesor J. M. Casciaro- : liberación de la esclavitud del pecado, de la muerte, del dominio del demonio. Ahora bien, todas las desgracias que aquejan a la humanidad proceden del pecado: éste es la fuente el origen remoto de la enfermedad, de la muerte, de la violencia en el mundo, de las injusticias, incluidas las sociales. La misión de Cristo y de la Iglesia, es mucho más profunda que la de los sociólogos, o los políticos, o los simples denunciadores de las lacras sociales. Todos estos intentan honradamente y de modo encomiable, resolver las cuestiones, abordándolas por el final, es decir, remediando las consecuencias, infinitas en número de la única causa: el pecado. En cambio Jesucristo y correlativamente la Iglesia, van al origen y causa profunda de todas esas calamidades e injusticias: su misión es liberar al hombre del pecado, por medio de la Palabra Divina y de los Sacramentos, fuerzas sobrenaturales, salvadoras, que redimen desde dentro del ser humano. Es la única manera de arrancar, desde la raíz, la fuente de todas las injusticias, también las sociales. Alterar ese orden de propio y peculiar, entre las demás sociedades humanas, lo único que la constituye en lo que es, lo que sólo justifica su divina fundación y a lo único que primariamente ha sido enviada.
Hemos creído oportuno y útil ofrecer a nuestros estimados lectores, esta sana orientación cristiana, que enmedio de tanta confusión actual, nos marca con nitidez, la meta hacia la que debe encaminar el verdadero seguido de Cristo, incluso en su obligada lucha por las reivindicaciones sociales, porque no tenemos ningún inconveniente en hacer nuestra, también esta lógica conclusión de Casciario: «por los demás, una reforma interior, en serio, sobrenatural, de los cristianos, viene a resultar a la postre, la mejor y más profunda revolución social».