Skip to content Skip to sidebar Skip to footer

Número 30870 – Pág. 1 – LA CRUZ, BANDERA DE LIBERTAD

Por Monseñor Oscar A. Romero
Obispo Auxiliar de San Salvador
La Cruz, como signo de la liberación cristiana, es la única clave que descifra, todo el alcance y profundidad de nuestra independencia nacional. Y es así, desde la perspectiva de la redención, y del Evangelio, como debe mirarse, este acontecimiento de nuestra historia, si se quiere describir en él, el designio de Dios, sobre la vocación integral de los salvadoreños, pues «el mismo Dios es salvador y creador e igualmente también Señor de la historia humana y de la historia de la salvación» (GS 41).
Si se pierde de vista esta perspectiva de la fe cristiana, sólo tendremos una visión miope, trunca, naturalista del derecho más importante de nuestra vida nacional y seguiremos expuestos a perder, cada vez más, los valores trascendentes que Dios nos quiso ofrecer cuando nos dio una patria.
Mantener encendida la antorcha de la fe, de todas esa ráfagas suicidas de nuestros sistemas laizantes, ha sido la tarea y la gloria de la Iglesia, en nuestra patria. Tarea noble e insustituible, pues «no hay ley humana, que pueda garantizar la dignidad personal y la libertad del hombre, con la seguridad que comunica el Evangelio de Cristo, confiado a la Iglesia. El Evangelio anuncia y proclama la libertad de los hijos de Dios, rechaza todas las esclavitudes que derivan en última instancia del pecado y respeta santamente la dignidad de la conciencia y su libre decisión» (GS 42)

Dignidad de la persona…libertad del hombre…rechazo del pecado, origen de todas las esclavitudes…respeto a la conciencia y a la autodeterminación…serían los inmensos valores de una Patria Libre, si viviéramos nuestra independencia con los criterios de la Cruz y del Evangelio, que la Iglesia sigue ofreciendo, como noble servicio que sólo Ella puede prestar a la Patria.
Y no es que la Iglesia pretenda entrometerse en la vida de la nación, con una competencia política partidista; los que así la comprometen, desvirtúan su eficacia, porque desfiguran su naturaleza. Ella misma proclamó en el Concilio (GS 42) que la misión propia que Cristo le confió, no es de orden político, económico o social. El fin que se le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan tareas, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina».
Y precisamente por no estar «ligada a sistema alguno político, económico o social» y por estar «fundada en el amor del Redentor, contribuye a difundir cada vez más el reino de la Justicia y de la caridad, en el seno de cada nación y entre las naciones» (GS 42 y 76).
Desde la cruz, donde la Bandera de la Patria se apoya con más seguridad y libertad, la Iglesia reclama una Patria mejor, una Patria que constituye, día a día su propia independencia, sobre los cimientos de la verdadera liberación cristiana.

Leave a comment