De Monseñor Oscar A. Romero
Continuación
EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA
Despertar Espiritual
Pero, por otra parte, nos alegra mucho la inquietud espiritual que el Espíritu Santo está suscitando en nuestro laicado, que cada día va comprendiendo mejor el valor significante de su propio trabajo. Retiros, conveniencias espirituales, cursillo de cristiandad, encuentro juveniles, etc. Son todo un florecer de realidades y esperanzas en este campo de la comunicación de la gracia.
Nuestra Vocación Misionera
Mención especial merece, por considerarla un regalo singular del Señor a nuestra Diócesis, la noticia, de haberla designado como «Diócesis piloto, para la animación misionera del país»; pues el espíritu misionero posee un maravilloso dinamismo para mover a los cristianos a vivir en gracia de Dios, ya que así lo exige la vocación al cristianismo y la necesidad de hacerse agradable a Dios, para orar y trabajar eficientemente, por la conversión de los «infieles».
Comunicación de la Verdad
La «Asistencia» del Espíritu Santo
El Espíritu…guía a la Iglesia a toda la verdad. Con esta lacónica expresión, el Concilio evoca la asistencia del Espíritu Santo, prometida por Cristo a su Iglesia (cf. jo.16-13) , para custodiar íntegra, la verdad revelada por Dios y comunicarla con autoridad y seguridad divina a todos los hombres.
El Magisterio de la Iglesia
Aquí encuentra su razón de ser el «Magisterio de la Iglesia» que Cristo confió directamente a Pedro y al Colegio de los Apóstoles y que en legítima sucesión, ha llegado hasta nosotros en la persona del Papa y de los Obispos en comunión con el Papa.
«Los Obispos cuando enseñan, en comunión con el Romano Pontífice, dice el Concilio (LG 25) deben ser respetados por todos como testigos de la verdad divina y católica…pues aunque cada uno de los Obispos no goce por sí de la prerrogativa de la infalibilidad, sin embargo, cuando aún estando dispersos por el orbe, pero manteniendo el vínculo de comunión entre sí y con el sucesor de Pedro, enseñando auténticamente en materia de fe y costumbres, conviene en que una doctrina ha de ser tenida como definitiva, en ese caso proponen infaliblemente la doctrina de Cristo» (LG 25).
Se convierte pues, así, el Obispo, en instrumento humano del Espíritu Santo, que guía la Iglesia a toda la verdad. Es «pregonero de la fe, maestro auténtico, o sea, que está dotado de la autoridad de Cristo, para predicar al pueblo, la fe, que ha de ser creída y aplicada a la vida».