De Monseñor Oscar A. Romero
Continuación
El Obispo Pastor no Técnico.
El Obispo no tiene inconveniente en reconocer la competencia superioridad que otros pueden tener en las ramas del saber humano, incluso de las ciencia teológicas. No es un técnico de teología o de sociología o de política. Pero no puede ceder a nadie su cátedra de la verdad, cuando se trata de proclamar y defender el divino depósito de la fe y de la moral revelada.
Su lenguaje no pretende la elocuencia de la sabiduría humana, sino el humilde idioma del pastor que cuida el rebaño de ser engañado por falsos profetas y lo estimula a seguir y amar a Cristo. Maestro y Redentor.
«Mi palabra y mi predicación, no fue en persuasivos discursos de sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios». (1 Cor.2,4,-5).
Desde esta perspectiva y competencia, espero cumplir, con la asistencia del Espíritu Santo, mi difícil misión profética.
Aún en el necesario caso de la denuncia, hoy tan de moda, será el mío un lenguaje de amor de pastor, que no tiene enemigos, sino a aquellos que voluntariamente quieran serlo de la verdad de Cristo. Con este criterio apoyaré y vigilaré del magisterio de mis queridos sacerdotes, de los movimientos y centro de educación y promoción de la Diócesis.
Pastoral Profética
En esta línea se promueve ya el aspecto profético, la pastoral de conjunto, de la Diócesis, que ya se va perfilando con la entusiasta participación del laicado.
El Sentido de Fe en Nuestro Pueblo
Pentecostés debe inspirar también a todos los sacerdotes, una ferviente acción de gracias al Espíritu Santo, por ser profundo sentido de fe en nuestro pueblo humilde, que es verdadera piedra de toque, de nuestro ministerio de la palabra.
Por donde quiera que he llegado en visita de pueblos y cantones, he encontrado esa rica herencia de fe que Obispos, Párrocos, Misioneros, Catequistas y familias cristianas, han ido almacenando en el corazón de nuestro pueblo. He constado, que el Espíritu Santo, ilumina y sostiene al pueblo de Dios, en cuanto cuerpo de Cristo, unido en comunión jerárquica…y mediante este sentido de la fe que el Espíritu de la verdad suscita y mantiene, el pueblo de Dios penetra más profundamente en ella, con juicio certero y le da más plena aplicación a la vida, guiado en todo, por el Magisterio y sometiéndose fielmente a él, no acepta ya una palabra de hombre, sino verdaderamente la Palabra de Dios (Decl. «Mynisterium Eclleciae». ( 2.24VI 73).
Continuará