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Número 30953 – Pág. 3 – PRIMERA CARTA PASTORAL

De Monseñor Oscar A. Romero
-Continuación-
Dones Jerárquico y Carismáticos

Ambos órdenes, el carismático y el jerárquico, no se oponen ni se excluyen, ni caminan separadamente, sino que se ordenan a la edificación y unidad de la iglesia, según la conocida comparación del cuerpo, en el cual la diversidad de órganos y funciones, convergen a la unidad, bienestar y crecimiento de todo el organismo (cf LG. 7). «A cada uno se le da la manifestación del Espíritu para común utilidad» dice San Pablo (1 Cor. 12-7).
Esperanza de la Diócesis
Pentecostés nos hace pensar con optimismo que precisamente las grandes necesidades, limitaciones y deficiencias de nuestra Diócesis, nos están manifestando la voluntad del Espíritu Santo, de darnos todas las vocaciones y carismas que necesita nuestra Iglesia. Pero que sólo espera una generosa acogida y respuesta de nuestra parte, como individuos y como comunidad.
Discernimiento de Carismas
Porque así lo asegura el Concilio en un párrafo que, a la vez nos ofrece el mejor criterio para juzgar cierto fenómeno novedoso de nuestro tiempo, llamado «renovación carismática» como también explica la armonía de funciones entre los demás dones jerárquicos y carismáticos: «Estos carismas dice el Concilio, tanto los extraordinarios como los más comunes y difundidos deber ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las necesidades de la Iglesia. Los dones extraordinarios no deben pedirse temerariamente, ni hay que esperar de ellos con presunción los frutos del trabajo apostólico. Y además, el juicio de su autenticidad y de su ejercicio razonable, pertenece a quienes tienen autoridad en la Iglesia, a los cuales compete ante todo no sofocar el espíritu, sino probarlo todo y retener lo que es bueno (LG 12).
Toca pues, al Obispo esta delicada responsabilidad de discernir los carismas y ordenarlos al bien común de la Diócesis y de la Iglesia. Pero toca a todos, al Obispo, a los sacerdotes, a las religiosas, a los laicos, reconocer los propios dones o carismas que le ha dado el Espíritu Santo, no para ponerlos a la utilidad común, con unidad de servicio y con franqueza de diálogo y colaboración.
Continuará

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