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Número 30954 – Pág. 3 – PRIMERA CARTA PASTORAL

De Monseñor Oscar A. Romero
-Continuación-
Por mi pare reitero mi sincera voluntad de servir y dialogar tanto hacia el interior de la Diócesis, como también en la dimensión universal de la Iglesia, ya que como miembro del colegio episcopal, el Obispo es también responsable de la Iglesia como comunión universal. Por lo demás, rigiendo bien la propia Iglesia como porción de la Iglesia Universal, contribuye eficazmente al bien de todo el cuerpo místico, que es también el cuerpo de las Iglesias (LG 23).
Día del Seminario
Esta actividad vocacional y carismática del Espíritu Santo en la Iglesia, abre ampliamente nuestro corazón a la esperanza más segura. Sí, estemos seguros de que el Espíritu Santo nos está ofreciendo las vocaciones y los carismas necesarios para hacer de nuestra Diócesis una porción floreciente del Reino de Dios en el Mundo.
Por eso precisamente, Pentecostés, es el Día del Seminario. Y con esa ocasión hacemos a todas las parroquias, a todas las familias, a todos los movimientos juveniles y laicales en general, a los colegios y escuelas y a cuantos se relacionan con la juventud y la niñez: a salvar a los jóvenes de la seducción de las filosofías del egoísmo y del placer, de la desesperanza y de la nada…de los instintos de la violencia y del odio. Y a ensanchar sus corazones y poder ardorosamente a su servicio las energías…(Mensaje del Concilio a los Jóvenes).

La Injusticia Social, Obstáculo a la comunión
Pero, por otra parte, nos preocupa seriamente otro obstáculo que encuentra el Espíritu de Pentecostés, para renovar a la Iglesia y al mundo y hacer de todos los hombres la comunidad de amor que Dios quiere y Jesucristo necesita como testimonio de su venida al mundo. Nos referimos a la injusta desigualdad social y económica y política en que viven nuestros hermanos.
No estaría completa mi palabra de Pastor si no se refiera a esta alarmante situación concreta, en que tiene que vivir y moverse la Iglesia en esta región de la Patria tan privilegiada de Dones naturales, pero que gime, como diría Pablo, bajo la esclavitud de la corrupción y en espera de la liberación de la gloria de los hijos de Dios (Rom. 8,21).
Continuará.

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